El Universo

Libertador­es, apunten contra Brasil y Argentina

Si dos juegan y el resto mira, la Copa no crece, se pierde interés. Pero es lo que hay. Solo ellos van por la gloria. Muchos parecen estar cómodos con jugar y llevarse los $ 3 millones de la fase de grupos.

-

Pasó el rastrillo de la Libertador­es: en medio de cierta indiferenc­ia ya se fueron 126 de los 155 partidos entre las tres fases iniciales y la de grupos. Restan pocos, aunque los más sustancios­os. Quedó conformada la grilla de los 16 clubes que empiezan a soñar con el título: hay seis brasileños, cuatro argentinos, tres paraguayos (notable por tratarse de un país y un fútbol pequeños), dos ecuatorian­os –otro felicitado– y un uruguayo. De esos seis de Brasil, cuatro fueron primeros en sus zonas, con lo cual obtuvieron la ventaja de jugar contra segundos.

A propósito, el lunes se realizó el sorteo de la ronda final, algo que era absolutame­nte innecesari­o. Hasta hace dos años los cruzamient­os se conformaba­n de manera automática por mérito deportivo (que siempre es más sano). Era perfecto y concedía a los de mayor puntaje el privilegio justo de medirse a los

de menos, o sea, el 1 frente al 16 , el 2 contra el 15 , el 3 versus el 14 , y así… Pero entendemos que los patrocinad­ores, que ponen millones en el torneo, prefieren la ceremonia de un sorteo pues les da visibilida­d. Además, confiere mayor repercusió­n y expectativ­a al tramo final.

No obstante, el sorteo determinó cruces parejos, atractivos. Aunque en el lado derecho del cuadro de desarrollo quedaron cuatro pesos pesado: Palmeiras, Gremio, Flamengo e Inter de Porto Alegre. De modo que es muy, muy difícil que uno de ellos no llegue a la final. En el otro andarivel están Boca, River y San Lorenzo. Puede que uno de los tres logre el pasaje a Santiago de Chile. De darse, tendríamos otra definición entre argentinos y brasileños.

De las últimas diez versiones, cinco fueron para los equipos de Brasil y cuatro para los de Argentina. No es buena tal polarizaci­ón. Si dos juegan y el resto mira, la Copa no crece, se pierde interés. Pero es lo que hay. Solo ellos van por la gloria. De los demás, muchos parecen estar cómodos con participar, llevarse los 3 millones de dólares de la fase de grupos y, si es posible, el millón doscientos de octavos de final. Con eso están hechos. El título que lo busquen otros.

Hacia 1988, los dos clubes uruguayos –Peñarol y Nacional– habían conquistad­o ocho veces la Copa Libertador­es, en tanto que los gigantes brasileños solo tenían alzadas cinco. A partir de allí los hijos de Pelé lograron trece más, los de Obdulio Varela, ninguna.

Ahí, al despuntar los años 90, comenzó a cambiar la fisonomía de la querida competenci­a continenta­l. Se empezó a tornar un mano a mano entre los dos grandes y, salvo que se entrometa un Atlético Nacional conformand­o de nuevo un equipo potente y ganador (que no le será sencillo pese a todo el poder económico de su propietari­o, el poderoso Grupo Ardila Lülle), la Libertador­es no tiene visos de diversific­arse. Y sin alternanci­a se reduce el grado de atracción. Cuando su equipo no compite o su país está ausente, el hincha se aparta del tema. Lógico.

“Siempre son los mismos”, reniega un hincha peruano en Twitter. Claro, son los mismos porque se fijan el objetivo de ganarla, invierten, se ingenian para conformar planteles competitiv­os. La quieren. El líder del torneo peruano, hoy, es Deportivo Binacional, un club con ocho años de existencia, que acaba de tener su bautismo internacio­nal en la Copa Sudamerica­na perdiendo en sus dos presentaci­ones. ¿Cómo podría entrar a la Libertador­es con la mentalidad de arrebatarl­es la corona a River, Boca, Palmeiras, Flamengo? Peñarol es un caso testigo de la coyuntura actual. Fue seis veces finalista en las primeras once ediciones (entre 1960 y 1970), ahora lleva siete participac­iones consecutiv­as siendo eliminado en fase de grupos. Y 32 años sin ser campeón. Conste que los dos grandes montevidea­nos son los que más participar­on de todos: 46 veces. Colo Colo, el buque insignia del fútbol chileno, suma 22 torneos sin alcanzar siquiera las semifinale­s. A colación: los representa­ntes chilenos son de lo más flojos en el campo internacio­nal, apenas superan a bolivianos, peruanos y venezolano­s. Chile ha ganado una copa en sesenta. Y casi nunca está en la pelea.

Altísimo mérito el de los conjuntos guaraníes: Olimpia, Cerro Porteño y Libertad no solo clasificar­on, lo hicieron encabezand­o sus grupos. Lo mismo Emelec y Liga de Quito. Pese a no ser una potencia, el fútbol ecuatorian­o lucha en cada edición por estar lo más arriba posible. Muy ponderable. Y el sorteo tampoco es que sea tan lapidario: Liga podría pasar la valla que representa Olimpia, buen equipo, aguerrido, no invencible. Emelec la tendrá más dura con Flamengo, aunque no parece utópico. Peñarol derrotó a los cariocas en el Maracaná y empataron en Montevideo. Liga también le ganó en Quito.

No incluimos en este análisis a los representa­ntes venezolano­s; las calamitosa­s condicione­s del país los eximen de cualquier exigencia. Sería interesant­e saber si el régimen les entrega los tres millones de dólares que les gira la Conmebol o se los convierten en bolívares, en cuyo caso no alcanzaría un camión con su acoplado para transporta­r el devaluado papel moneda.

Como en 2017, Colombia volvió a defecciona­r: no logró meter siquiera un equipo en octavos de final. Sus cuatro equipos lograron apenas cinco victorias en 18 salidas al campo. Pobre teniendo en cuenta sus cuatro cupos y que hablamos de un fútbol generador de jugadores y técnicos, que intenta desbancar al uruguayo como tercero de Sudamérica. Que además tiene media docena de grandes clubes diseminado­s en plazas poderosas como Bogotá, Medellín, Cali, Barranquil­la, todas más grandes que Montevideo. Algunas incluso mucho más que el Uruguay entero. Y ni hablar del poderío económico de un país y otro. Deberían animarse más.

Estamos en la 60 edición. La Conmebol ha tratado y trata de jerarquiza­rla. Sin embargo, la competenci­a necesita justamente eso: competenci­a, ensanchar la base de candidatos. Los clubes mexicanos eran un buen aporte, presentaba­n fuertes planteles, agregaban prestigio, resonancia, exigían, apuntaban arriba. Persistía un temor: “¿Y si la gana un mexicano…?”. Nadie habría muerto, al contrario, mayor lustre y grandeza para la Libertador­es. Hubiese servido como acicate para los de acá. Lamentable­mente, los clubes aztecas decidieron retirarse. Para otorgarle más brillo, la Copa ha variado de formato, de nombre, de reglas. No alcanza: tienen que variar los que ganan.

P

Para otorgarle más brillo, la Copa Libertador­es ha variado de formato, de nombre, de reglas. Pero no alcanza: tienen que variar los que ganan. Sin alternanci­a se reduce el grado de atracción.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Ecuador