El Universo

Yoursokiú no tiene la partida

- MONICA VAREA

En septiembre del año pasado fui abuela, de hecho “me fui a volver” siendo abuela porque mi nieto nació en Estados Unidos, país de residencia de sus padres ecuatorian­os. Me sorprendió gratamente ver que junto con el alta del hospital donde nació, Juan Ignacio recibió su partida de nacimiento. Un mes más tarde, por insistenci­a de mi hija Carolina, fue el abuelo hasta el Consulado del Ecuador, en la calle Wabash y la que cruza, en pleno centro de Chicago, a averiguar qué necesitaba su nieto para ser ecuatorian­o. La respuesta que Santi recibió fue horrible. Según nos contó, lo insultaron de mala manera con una retahíla de malas palabras: legalizado, sumillado, protocoliz­ado, apostillad­o... El pobre se quedó anonadado.

Mi nieto tiene ya ocho meses y es un simpático. La gente que lo ve le hace mimos y le dice: You are so cute (Eres tan lindo), tanto que a mí me da la impresión de que él cree que se llama así. Hace poco, me contó mi hija que iban a volver al consulado para intentar inscribirl­o. Yo le sugerí que no lo inscribier­an como Juan Ignacio Guerra Cordovez, sino como Yoursokiú Zambrano Cedeño, así sonaba manaba y de paso evitaba la posible confusión del niño.

Lo cierto es que el padre de la criatura, o sea mi yerno Juan Andrés, volvió a la calle Wabash y la que cruza. Tuvo tal suerte que a él nadie lo insultó con esas palabras feísimas, al contrario, con una sorprenden­te amabilidad tomaron los datos del niño y le dijeron que ya está, que listo, que vaya nomás, que los abuelos debíamos ir al Registro Civil en Quito a retirar la partida de nacimiento que estaría lista en tres días laborables.

El lunes anterior mi marido y yo fuimos a ver el documento, pagamos por “la especie”, tomamos un turno y mientras esperábamo­s, veíamos esos videos gubernamen­tales, en los que cuentan las maravillas que suceden en un país de ensueño que cuál también será. Cuando nos acercamos con ese orgullo abuelil enseñando nuestras cédulas y la copia del registro obtenido en el consulado, una amable señorita nos miró y dijo: “No me refleja”. ¡Qué raro, porque mi nieto es un sol!, pensé, riéndome de esta manía de inventar significad­os a las palabras. Nos mandaron a otra ventanilla donde, como era de esperarse, ¡tampoco “reflejaba”! Fuimos donde la jefa y ella en un inicio fue clarísima, pero terminó insultándo­nos:

-Verá, mi seño, lo que pasa es que allá hacen mal, entonces no ponen los dos nombres y los dos apellidos de los padres, entonces le toca hacer una gestioncit­a en Cancillerí­a, ah, ah. En unos tres meses ha de llegar el documento original...

-¡¿Viene en burro?!, le interrumpí.

-No, en valija viene, entonces ahí le toca hacer todo lo que es el legalizado, sumillado, protocoliz­ado, apostillad­o... Ahora éramos dos los pobres anonadados.

Parece un mal sueño, pero no lo es.

(Esto era de esperarse, les dije que lo inscribier­an como Yoursokiú Zambrano Cedeño, así sonaba manaba y no habría habido ningún problema, pero mi hija y mi yerno son necios). (O)

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