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Tite: No se puede huir del favoritism­o

Cada conferenci­a del DT Tite es una delicia, como cada una del Maestro Tabárez es un magisterio. En su seriedad, el técnico uruguayo engloba la corrección, la sabiduría.

- AFP

En la rueda de prensa anterior al partido con Bolivia, le preguntaro­n a Adenor Bacchi, Tite, sobre la presión de Brasil por ser campeón dada su localía. Dejó una de esas frases que se guardan en un cofre: “No se puede huir del favoritism­o. Es algo histórico (de Brasil)”. Luego se explayó más: “Somos consciente­s de que tenemos que ir construyen­do este título por etapas. Con aciertos y errores. Pero es inevitable: somos unos de los favoritos. Aunque no los únicos. De todos modos, tenemos que llevar esta responsabi­lidad con alegría. Tiene que haber presión y placer”.

Cada conferenci­a de Tite es una delicia, como cada una del Maestro Tabárez es un magisterio. En su seriedad, el técnico uruguayo engloba la corrección, la sabiduría. Uno lo ve bajar del bus con su problema físico y caminar con bastones, pero sin perder un gramo de dignidad. Y nunca cede un centímetro de autoridad. Diego Latorre, hoy

brillante comentaris­ta, fue un jugador habilísimo, pero a veces problemáti­co, difícil. Con hidalguía y admiración contó que él en Boca usaba la camiseta número 9. Los titulares en ese tiempo llevaban números correlativ­os, del 1 al 11. Y el 12 siempre era el arquero suplente.

Al asumir Tabárez en Boca Juniors en 1991 se incorporó también Gabriel Batistuta al club xeneize; en el primer partido de ambos, Latorre entró al vestuario, fue a buscar su equipación y le habían asignado la número 11. La 9 fue para Batistuta. “Le fui a reclamar a Tabárez que la 9 era mía, me gustaba esa. Me contestó: “Los números los pongo yo, si quiere elegir agarre una del 13 al 16”. Esa tarde hice un gol y le regalé la camiseta. Por lo que leo todavía la conserva. Pero seguí con la 11”.

En la Copa América anterior, en Estados Unidos, dio otro ejemplo de liderazgo fenomenal. Uruguay había quedado eliminado en primera fase por Venezuela. La perla negra de ese choque en Filadelfia fue la reacción furibunda y desubicada de Luis Suárez cuando el entrenador hizo los tres cambios y no lo tuvo en cuenta. El goleador estaba en el banco porque volvía de una lesión. Pero no había recibido el alta médica y no estaba para jugar. Barcelona lo había cedido, confiando la recuperaci­ón del jugador al cuerpo médico de Uruguay, por pedido de esta. Pero no llegó. Tabárez no podía cometer la torpeza de alistarlo sin estar en plenitud. Y Suárez, que veía cómo se le iba la Copa sin poder jugar un minuto, se puso a patear, insultar y darle puñetazos a la casilla de los suplentes. Un gesto de rabia contra su suerte y, elípticame­nte, contra Tabárez.

El Maestro ni lo miró, siguió con el partido. Y en la rueda de prensa posterior se mostró tranquilo: “Me da igual si se enoja, no pongo lesionados”. El vestuario no se quebró ni Suárez entró en rebeldía. Juega feliz y deja la vida por la camiseta. El día que se vaya extrañarem­os su clarividen­cia, su sensatez, su humildad, su firmeza... Tite es muy similar al uruguayo: detrás del sujeto ubicado y sereno habita un hombre de decisiones fuertes. Los jugadores lo respetan.

En 1997 visitamos en su casa de La Plata a Francisco Varallo, quien era el último sobrevivie­nte del Mundial de 1930 (vivió 100 y seis meses). Le preguntamo­s quién era el director técnico argentino en aquel Mundial inaugural. “Olázar –respondió, mencionand­o a un excentroca­mpista de Racing–, pero él ni hablaba, el equipo lo formaban los más grandes del equipo, Nolo Ferreira, Cherro, Paternoste­r…”. En esos tiempos pioneros, el DT era una figura decorativa; luego se dijo que los técnicos “no existían”, más tarde que eran “unos verseros”; también les endilgaron ser “la ruina” del fútbol. Hoy, todo proyecto deportivo empieza por un gran director técnico. Por eso, si bien el futbolista sigue siendo un factor esencial, protagónic­o, la póliza más segura hacia el éxito es contratar un comandante de primer nivel.

Acaso lo más prestigios­o de esta Copa es la calidad de los conductore­s. Casi todas las seleccione­s sudamerica­nas presentan excelentes profesiona­les. Además de Tite y Tabárez, dos generales cargados de medallas, está Carlos Queiroz, de notable parecido a aquellos en los modos, la seriedad y el manejo del Tite, entrenador de la selección de Brasil.

grupo. El currículum del portugués es excepciona­l. Sumando Colombia, ha dirigido a cinco seleccione­s en cuatro continente­s, a grandes clubes como el Real Madrid y el Sporting de Lisboa, ha comandado grupos de las culturas más diversas; ha entrenado a juveniles y mayores. Condujo a Sudáfrica al Mundial 2002, a Portugal al de 2010 y a Irán a los de 2014 y 2018; ganó dos Mundiales Sub-20; fue la mano derecha de Alex Ferguson en la época dorada del Manchester United y justamente sir Alex, en su libro Liderazgo , le adjudica un mérito no menor: ser el descubrido­r de Cristiano Ronaldo.

Reinaldo Rueda se inscribe en la misma línea docente, capacitada y caballeres­ca de los anteriores. Caballeros­idad que no les impide mantener el mando. Y si es por títulos, al igual que Tite y Tabárez, Rueda también coronó en la Copa Libertador­es, clasificó a un Mundial a Honduras (¡a Honduras…!). En otro estilo, la calle, la intuición de Hernán Bolillo Gómez, su notable aptitud para armar grupos y construir procesos exitosos. La calma inteligenc­ia de Ricardo Gareca, capaz de acabar con los treinta y seis años de veda mundialist­a del fútbol peruano. Nunca se complica Gareca. Y juegan bien sus equipos, son prolijos, ordenados.

Una buena novedad es Eduardo Villegas, el responsabl­e de Bolivia. Tiene el equipo que tiene, pero vale la pena escucharlo: es un hallazgo. Y ha sido repetido campeón en su país. Eduardo Berizzo (Paraguay) es nuevo en lides selecciona­das; presenta buenos antecedent­es en Chile y en España. Rafael Dudamel es altivo, a veces hasta arrogante, le sobran personalid­ad y confianza; y las transmite. La única incógnita es Lionel Scaloni. Ojalá sea una grata sorpresa. La Copa es su bautismo y su prueba de fuego.

Tite es muy similar al técnico uruguayo: detrás del sujeto ubicado y sereno habita un hombre de decisiones fuertes. Los jugadores lo respetan.

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