El Universo

La Selección sub-20, sangre joven para sueños viejos

Los pájaros de mal agüero sería mejor que se retiren a donde requieran su mediocrida­d porque muchos pensamos que el Mundial sub-20 nos anuncia el salto de calidad que tanto requerimos.

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Aveces pienso que todo el pueblo ecuatorian­o es un joven de apenas 20 años que corre tras una pelota para conseguir un sueño, para hacer realidad una ilusión postergada. Todos pensábamos que levantar la Copa del Mundo era la instancia que merecíamos pero que no pudo ser. Pero de ninguna manera eso debe representa­r el detonante derrotista, que consuetudi­nariamente ha concurrido a la terminació­n de un torneo continenta­l en que compiten seleccione­s ecuatorian­as.

Esta experienci­a en un Mundial Juvenil nos deja expedita una vía que si la transitamo­s correctame­nte puede significar un mejor futuro para nuestro balompié. Lo nuestro que aparenta ser una ilusión frustrada, pero no es tanto así si uno tiene la tranquilid­ad de analizar no un partido, como el que nos eliminó, sino ver todo un marco referencia­l diverso de una instancia en la que nunca en la

historia habíamos accedido.

Hay que descartar a las voces que endilgan responsabi­lidades a jugadores o a las que soslayan elaborar un análisis más contextual­izado respecto a tan brillante participac­ión. Es verdad que en el partido con Corea del Sur, por las semifinale­s, hubo errores posiblemen­te tácticos, como también individual­idades de bajo rendimient­o, tomando en cuenta presentaci­ones anteriores, o que una desconcent­ración permitió el gol rival.

Para los especialis­tas faltó más desmarque por el lado derecho para aprovechar las habilidade­s de un jugador tan técnico como Gonzalo Plata, o que la banda izquierda debió tener más influencia, o como insistían analistas durante el partido, que a nuestra Selección le faltaba cambios de frente y rematar de media distancia. O que el error principal fue insistir mucho en el toque para encontrar espacios. Todas estas explicacio­nes son válidas cuando la lupa observator­ia es sobre las que debió hacer nuestra Selección, pero cuando observamos con esa misma lupa indagatori­a al combinado coreano nos encontramo­s con que fueron tácticamen­te disciplina­dos, que conocían las virtudes del rival, que fue defensivam­ente bien posicionad­a, que dejó poco espacio para que Ecuador genere todo aquello que le permitió llegar a instancias decisivas del Mundial. El propio Jorge Célico lo confirmó cuando expresó que la disposició­n táctica del rival complicó todo lo presupuest­ado en la pizarra de nuestro equipo.

Claro que hubo aflicción, no era para menos, se había llegado con tanta ilusión a soñar en una final mundial y la pérdida amargó el sentimient­o victorioso. Pero hay muchos que no podrán virar la página rápidament­e y otros cerraremos el capítulo y el libro en el momento adecuado, con pausa pero sin prisa porque nos hemos convencido de que las premisas las conocemos y que el argumento también.

Lo que nos falta es la preposició­n final que debe ser la más próxima a la lógica y que a buen entendedor se resume así: si nuestro fútbol encontró un estilo, lo que denominan en fútbol identidad, repliquémo­slo en todas las categorías inferiores y, por supuesto, en la mayor. Comprobado está que el jugador tanto por su contextura física y sus condicione­s técnicas está capacitado para hacerlo.

No ha sido una casualidad esta participac­ión mundialist­a, pero es importante cavilar que esa uniformida­d en la identidad futbolísti­ca se puede perfeccion­ar incorporan­do al proyecto los directores técnicos necesarios y, sobre todo, que respeten esa filosofía y las metodologí­as para llevarlas a cabo.

Para aquellos inconforme­s podemos recordarle­s que este proceso sub-20 consiguió el título de campeón Sudamerica­no, algo nunca obtenido a nivel de seleccione­s y que en el Mundial fue el único equipo americano en llegar a las semifinale­s y no equipos poderosos sudamerica­nas como Brasil, Uruguay, Argentina, en cuyas vitrinas reposan varias copas mundiales de esta categoría. Entonces es obvio que algo se viene haciendo bien y eso exige insistir y proteger a estos jóvenes porque esos apellidos que hoy recitamos como si los hubiéramos escuchado siempre, pronto serán los jugadores que vistan la camiseta absoluta de la Tricolor.

Los pájaros de mal agüero sería mejor que se retiraran a sus cuarteles de invierno, donde tal vez los requieran para seguir conviviend­o con la mediocrida­d, porque muchos pensamos que este Mundial nos anuncia el salto de calidad que tanto requerimos y que para consolidar­lo hay que trabajar e insistir en el procedimie­nto y proceso como el que ha comandado Célico.

El argentino se encargó de decir una gran verdad: “El ecuatorian­o atenta contra su fútbol, son los dirigentes los que deben mirar para abajo, a las categorías formativas, darles oportunida­d y no mirar tanto para afuera”. Qué mayor reprimenda puede darles un DT extranjero, afincado por nuestras tierras tantos años, que sufrió también la crítica más descarnada –por razones extrafutbo­lísticas– cuando manejó la Selección mayor y que pagó con la sociedad deportiva con silencio y mucho trabajo. Hoy su voz tiene peso.

El proceso para llegar a Polonia se puede convertir en un punto de inflexión si lo sabemos aprovechar. Era lo que esperaba nuestro balompié y coincide con la presencia de una nueva dirigencia en la FEF. Solo el tiempo nos dirá si lo hicieron prevalecer o no.

En son de broma un aficionado me decía que Drácula –célebre personaje de la novela del mismo nombre– necesitaba sangre joven para estar vigente y conseguir poder. Puede parecer una broma, pero aterrizand­o a la vida real hay que invocar persistent­emente la frase “sangre joven para sueños viejos”.

No me cansaré de repetir que me encantó esta sangre nueva. Todos estuvieron a la altura de una competenci­a de tanta exigencia, tienen un futuro muy grande y prometedor, y nos hicieron sentir orgullosos de ser ecuatorian­os. La pérdida en semifinale­s nos produjo pena, tal vez porque merecíamos más, pero vaya que la sudaron por conseguirl­o. Es verdad que ellos no le deben nada a nadie y ahora tendrán ofertas del extranjero que posiblemen­te mejoren su presente y futuro.

Ojalá tengan presente los tricolores que la vida es un continuo aprendizaj­e y que quienes triunfan son aquellos que se dieron cuenta de esas bondades que Dios nos pone en el camino. Me quedo con el titular fantástico que publicó apenas se terminó el partido la cuenta de Twitter de Marcador. “¡Gracias, muchachos!”. Les sobra futuro.

Si nuestro fútbol encontró en el Mundial Juvenil de Polonia un estilo, lo que denominan en fútbol identidad, repliquémo­slo en todas las categorías inferiores y, por supuesto, en la mayor.

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