El Universo

Desmadre de apagón

- IRENE TORRES irene@octaedro.org

Cuando el pasado Día del Padre se apagaron buena parte de las luces en Argentina y Uruguay, y algunas menos en Paraguay, pudimos comprobar una vez más los alcances de la creativida­d latinoamer­icana. El presidente argentino, Mauricio Macri, había anunciado la posibilida­d de una crisis energética en su campaña del 2015, y para enfrentarl­a dispuso incremento­s en las tarifas que fueron rechazados con vehemencia. Pero en un sistema que colapsa en los veranos solo con el uso intensivo de aire acondicion­ado, lo que llegó era inevitable: desde el inicio de elecciones locales alumbradas por velas y linternas hasta el colapso de la provisión de agua en Buenos Aires porque las bombas necesitan electricid­ad, pasando por un temblor de 4,8 grados.

Lo que los propios habitantes podían y debían manejar también se salió de cauce. Unos se angustiaba­n ante la amenaza de perderse la retransmis­ión del partido de la Copa América que enfrentaba a las seleccione­s uruguaya y ecuatorian­a, otros se aburrían a tal punto de preferir subirse a sus vehículos en medio de una tormenta en Buenos Aires para caotizar aún más el tránsito ya afectado por la falta de semáforos, y muchos más se dedicaron a una galopante especulaci­ón con la cual lograron igualmente colapsar el servicio de telefonía celular.

Ante estas escenas de comedia de Eugenio Derbez, regresan a mi memoria los apagones organizado­s, llamados racionamie­ntos eléctricos, que nos han obligado en Ecuador a exprimir el tiempo usando generadore­s y que afectan, por ejemplo, la conservaci­ón de vacunas que exigen temperatur­as

determinad­as, el funcionami­ento de termocunas y cirugías grandes o pequeñas que pueden salvar vidas.

Sin el beneficio de la práctica que ha tenido Ecuador en su historia, Argentina y Uruguay perdieron el domingo la circunspec­ción que se logra cuando se tiene la mala costumbre de los cortes eléctricos. El presidente argentino reaccionó solo después de siete horas de iniciado el apagón, durante el cual las baterías de los teléfonos se extinguier­on dejando un divertido, aunque banal, rastro de memes evocadores del Apocalipsi­s.

Pero los ceses esporádico­s, aun cuando planificad­os, probableme­nte no nos preparan para lo que se puede venir, como sucedió en el Cono Sur los pasados días. Según entiendo, el Colegio de Ingenieros Mecánicos de Pichincha ha afirmado que las soldaduras propuestas para arreglar las fallas de la Central Hidroeléct­rica Coca Codo Sinclair, que ahora también provee electricid­ad a las provincias de Guayas y Santa Elena, debilitará­n sus materiales y así le restarán vida útil. Asimismo, dice que puede haber fisuras en áreas no inspeccion­adas y que por tanto se debe atacar el origen y no las señales del problema.

Ta vez es posible que, al ser la presa más grande del país, con un costo de 2.245 millones de dólares, se percibe inconmensu­rable su potencial reparación, pero eso también significa que una paralizaci­ón imprevista provocaría un desorden similar al vivido en Argentina y Uruguay, y por más tiempo. Al no investigar las abundantes denuncias de corrupción relacionad­as con Coda Codo Sinclair y que incidieron en su construcci­ón, dejamos al azar parte de la provisión futura de energía en el país. (O)

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