Destrucción humana y ambiental
La humanidad está bombardeada por agoreros del desastre, pues describen panoramas apocalípticos de lo que verán nuestros descendientes y uno se pregunta, ¿estarán sus predicciones en lo cierto? o exageran tal como lo piensa el presidente de los Estados Unidos, a quien le interesan los balances económicos de su país.
Vemos en las noticias de los medios, sobre el calentamiento global, el cual, según aseguran, está ocasionando descongelamientos en los polos y mayores inundaciones en ciudades situadas al nivel del mar, pérdida del hábitat de especies propias y de otras regiones; se vaticina que en unas pocas generaciones millones de seres humanos se verán privados del agua potable. La ONU y la Comunidad Europea, alarmadas por tal situación, están exigiendo a los gobiernos –especialmente de los países más industrializados responsables por la crisis ecológica que vive nuestro planeta– tomar medidas urgentes para evitar el incremento de los niveles de temperatura, ocasionada por la emisión excesiva de gases CO2, por la dependencia de combustibles fósiles. La reducción de los bosques por una descontrolada expansión poblacional, también es preocupante, y la merma de las poblaciones de agentes polinizadores como las colmenas de abejas, etcétera, debido a las fumigaciones indiscriminadas, trayendo como consecuencia la reducción de la calidad y cantidad de la producción agrícola mundial.
Por lo menos vemos ahora que algunos países están tomando medidas respecto a la contaminación de plásticos, exigiendo en su lugar el uso de reciclables y esperar la disminución de toneladas de basura plástica que flotan en los océanos, diezmando la fauna marina, con consecuencias fatales incluso en la cadena alimentaria humana. Ante este panorama mundial, campea la violencia, guerras económicas, corrupciones, drogas... Los gobiernos tienen que velar por la calidad y producción agrícola, superar sus problemas políticos y económicos creando leyes justas, y atraer inversiones y desarrollar fuentes de trabajo especialmente para las nuevas generaciones. (O) Alfredo Minervini Faillace, Guayaquil