El Universo

Iglesia Nuestro Señor de Bonfim, en Brasil, aumenta visitas desde la Copa América 2019.

La fe que despierta este templo católico puede compararse con algunas de gran fama en Sudamérica.

- EFE

Andrea llegó desde Colombia para la Copa América y no da mayores detalles de por qué está atando las cintas. Solo dice que tiene fe. Una fe que aquí lleva 274 años. La fe eterna.

Con este pensamient­o suelen salir desde hace 274 años los devotos que visitan la iglesia de Nuestro Señor de Bonfim, en la ciudad brasileña de Salvador, que por estos días acoge a muchos más por obra y gracia de ser una de las sedes de la Copa América 2019.

La fe que despierta esta iglesia católica puede compararse con algunas de gran fama en Sudamérica como la Virgen de Luján, en Argentina, o el Divino Niño Jesús, en Colombia.

Así lo testimonia la gente que ha ido a esta iglesia y que llega de Salvador, de Brasil y del exterior para hacer una prueba de fe o porque es uno de los sitios turísticos más visitados de esta ciudad del nordeste brasileño, primera capital del país y puerto por donde entraron los esclavos africanos.

Cuenta la leyenda que Nuestro Señor de Bonfim, que en español significa Buen Fin, fue traído a Salvador por Theodozio Rodrigues, un marino portugués que cumplió la promesa de llevar una réplica de la estatuilla original desde su natal Setúbal tras sobrevivir a una calamitosa tempestad.

Rodrigues desembarcó en Salvador el 18 de abril de 1745 y dio inicio a la construcci­ón de la iglesia. Rápidament­e, Nuestro Señor de Bonfim ganó devotos, incluso negros no católicos y seguidores del Candomblé, una religión de esclavos africanos en Brasil cuyo dios era Oxalá.

Después de un periodo de prohibició­n para que la feligresía negra no practicara el ritual de lavar la iglesia por fuera y por dentro, con cantos y sonidos de tambores, de nuevo se permitió hacerlo a inicios del

siglo 20 una vez al año.

La devoción creció tanto que en 1923, durante la fecha de conmemorac­ión de la independen­cia de Salvador y el estado de Bahía, se compuso un himno para el Señor de Bonfim, que es muy popular en esta región brasileña hasta nuestros días.

Aunque sin certeza de la fecha de inicio, tiempo después se originó la tradición de las nueve cintas, que para muchos de quienes visitan el templo es tan importante, o más, que rezar al mismo señor de Bonfim.

Las cintas son de colores amarillo, azul, rojo, rosa, blanco, violeta, naranja y verdes manzana y limón.

“Yo soy una polaca que llegó a Brasil aún siendo niña y cuando vine aquí por primera vez pedí al Señor de Bonfim que me diera un buen esposo y pudiera tener hijos. Hoy tengo trece años de casada y un lindo niño de seis”. El testimonio es de Edyta Pawlikowsk­a Santos, a quien se descubrió anudando una a una las nueve cintas y pidiendo deseos.

Cada color tiene un significad­o para pedir por él. Hay desde salud, dinero y amor, hasta placer, creativida­d, niños, trabajo, autocontro­l, bondad, pasión. Cuenta la creencia que las cintas se deben atar tres veces a la reja que rodea la iglesia, y que los deseos se cumplirán cuando se desaten.

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TOMADA DE INTERNET ► La tradición de las nueve cintas para muchos fieles es tan importante, o más, que rezar al mismo Señor de Bonfim.

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