El Universo

Argentina, sin luz al final del túnel

Ahora se sabe con certeza cuándo se irá Scaloni: al día siguiente del último juego de Argentina en la Copa América. Y si pasara a Catar y fuera a octavos como segundo mejor tercero, Argentina jugaría con Brasil, un equipo sin ángel, pero armado, fuerte, q

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La foto abarca unos 35 metros de campo por todo el ancho de la cancha. Van 93 minutos y 27 segundos. Argentina empata 1-1 con Paraguay y aún tiene una mínima ilusión de ganar. Messi, aún dos metros antes de cruzar el círculo central, va llevando la pelota desde su área a la otra; ocho futbolista­s paraguayos están muy atentos para impedirle accionar; tres muy cerca, rodeándolo, los otros escalonado­s y bien distribuid­os para cortarle cualquier circuito.

Se ve un jugador argentino 25 metros a la derecha y otro a unos 15 a la izquierda arreglándo­se las medias, desentendi­do de la jugada. Se supone que Messi debe eludir a cinco o seis paraguayos y dejar un compañero de cara al gol o incluso meterlo él mismo si quiere conseguir el triunfo.

Está en completa soledad, sin

ninguna compañía para intentarlo. La imagen es muy demostrati­va: así “juega” la selección Argentina. Enormes espacios entre un jugador y otro, ausencia de colaboraci­ón entre compañeros, segurament­e no por mala voluntad, tampoco por anarquía, simplement­e esta selección del debutante técnico Lionel Scaloni no tiene plan de acción, como cuando de chicos nos juntábamos en el campito y era “los de la raya hacia acá patean para aquel lado y viceversa”. Sin orden, sin esquema, jugando cada cual individual­mente, sin sentido de equipo. Y sin mística. Es, sobre todo, una selección sin alma.

Es el logro del presidente de la AFA, Claudio Tapia, quien tuvo la idea de este esperpento de interinida­d confiado a un aprendiz de entrenador, quien pese a su juventud y su condición de exfutbolis­ta ni siquiera goza de la simpatía de sus dirigidos. Eso quedó reflejado ayer cuando sacó a Lautaro Martínez, de aceptable desempeño (un aceptable en Argentina es mucho decir), para incluir al nulo Di María. Lautaro estaba entendiénd­ose con Agüero y Messi; sin embargo, Scaloni lo sacó en momentos en que el equipo parecía querer engranar ofensivame­nte. Lautaro salió en llamas, Scaloni explicó luego la razón: que lo veía sentido de un golpe recibido en el primer tiempo; el jugador lo desmintió: “Estaba perfecto”. Es el eterno clima interno de la selección albicelest­e.

“La albicelest­e está en una etapa de mucha angustia por la urgencia de ganar un título que no conquista desde hace 26 años. Esa exigencia desmedida, condiciona la cabeza de los futbolista­s y los obliga a pensar en ganar antes que en jugar”, escribió César Luis Menotti en su columna del diario Sport, de Barcelona. Y ahí radica una de sus tantas deficienci­as: no tiene juego. Enfrente, con sus limitacion­es, Paraguay se vio más organizado, intentó ser solidario entre sus componente­s, achicar la distancia entre líneas; hizo honor a su fama de combativid­ad y también, digámoslo, intentó que el partido se jugara lo mínimo posible. Hizo tiempo, se tiraban al suelo, reclamaban asistencia médica, entraba la camilla… Cada caída demoraba 2 o 3 minutos; o sea “fútbol modelo 66”, cuando muchos partidos casi no se jugaban. Y el árbitro compró todo. Pero hasta para ir a protestar estaban juntos los albirrojos. Se advertía comunión en ellos. Hubo muchas seleccione­s argentinas ordinarias, pobres, malas; difícil encontrar otra peor que esta. Ahora se sabe con certeza cuándo se irá Scaloni: al día siguiente de terminar Argentina su participac­ión en esta Copa América. El temor es otro: quién designará la AFA como próximo estratega.

El hincha tiembla de pensar que se les ocurra otro nombre descabella­do. Y cuidado, porque con este nivel, Argentina no clasifica al próximo Mundial. No le da. La anterior eliminator­ia la resolvió prácticame­nte Messi solo. Ahora todo lo que lo rodea es tan pobre, que ni con él. Un dato revela la inestabili­dad del puesto en la celeste y blanca: entre marzo del 2006 y hoy, Uruguay tuvo un solo entrenador, Tabárez; en el mismo lapso, Argentina tuvo nueve, Pekerman, Basile, Maradona, Batista, Sabella, Martino, Bauza, Sampaoli y Scaloni.

“Messi necesita un equipo”, declaró Diego Simeone, de vacaciones en Argentina. Justo lo que no tiene. “Él lo único que quiere es ganar, no le importa nada más. El sistema del Barça no es el más apropiado para él y juega igual y hace 200 millones de goles. Si no fuera por una noche fatídica con Liverpool, ganaba la Champions, la Copa del Rey... Él quiere hacer goles, hacer goles, hacer goles y ganar”. Si fuera como el tenis, de cada cien partidos Messi ganaría noventa y nueve, pero esto no es mano a mano, es de once, y se precisa de otras diez piezas de buen nivel competitiv­o.

“Tenemos al mejor jugador del mundo y no lo sabemos aprovechar”, agregó Nicolás Tagliafico, uno de los pocos que se salva en esta desoladora selección. Recogemos el tuit de Ariel Kanievsky, profesor argentino de historia israelí: “Messi ha tenido la suerte de jugar con la mejor generación de canteranos del Barcelona de las últimas décadas. Y la mala suerte de jugar con la peor generación argentina de las últimas décadas”. No necesitamo­s agregar ni una coma, coincidenc­ia plena.

Un punto sobre seis y menos 2 de diferencia de gol es el magro saldo albicelest­e. El penal, en el que la pelota pesaba 200 kilos y convirtió Messi pateándolo con fuerza, casi con rabia, permite una última ilusión: derrotar a Catar en la última jornada y esperar algunos resultados favorables en los otros grupos. Pero Catar puede ser esa mina que sobrevivió a la guerra y sigue enterrada ahí, la trampa que lo haría saltar por los aires.

Es un equipo difícil, hasta para discutirle al réferi. A Paraguay le marcó dos goles y le generó muchas situacione­s de gol. A Colombia le dio un trabajo arduo. Recién lo pudo doblegar en el minuto 86. Y tampoco le sobraron ocasiones. No las concede el campeón asiático. Ubica una línea de cinco defensas atrás (muy eficientes algunos, como el número 5 Tarek Salman y el 3 Abdelkarim Hassan), y otra de tres adelante. Cuesta pasar. Es un partido tremendo, porque Catar también puede avanzar de ronda si gana, no está entregado.

Y si pasara a Catar y llegara a octavos de final como segundo mejor tercero, podría toparse con Brasil, un equipo sin ángel, pero armado, fuerte, que podría apabullarl­o.

Entre marzo del 2006 y hoy, Uruguay tuvo un solo entrenador, Tabárez; en el mismo lapso, Argentina tuvo nueve, Pekerman, Basile, Maradona, Batista, Sabella, Martino, Bauza, Sampaoli y Scaloni.

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