El Universo

Temas recurrente­s

- HÉCTOR G. BRICEÑO M.

Durante los últimos años me he dedicado a analizar desde distintas perspectiv­as la crisis venezolana. Quien haya seguido algunos de mis escritos habrá identifica­do algunos temas recurrente­s que han concentrad­o mi mayor preocupaci­ón. Se tratan de cuestiones medulares cuya comprensió­n (y resolución) son, en mi opinión, indispensa­ble para poder avanzar en la reconstruc­ción de la democracia venezolana.

El primer punto que he reiterado en varias oportunida­des es en la necesidad de comprender la crisis venezolana desde una visión integral o sistémica, en la que los sectores político, económico, social, cultural, ambiental, entre otros, se reproducen en un círculo vicioso. Diagnóstic­o que conlleva a la necesidad de pensar que la solución a la crisis debe contemplar una visión igualmente sistémica.

Lamentable­mente la profundida­d de la crisis humanitari­a ha colocado (no sin buenas razones) la crisis económica en el epicentro del debate sobre la transición y las etapas posteriore­s de la reconstruc­ción del país, relegando a un segundo o tercer lugar las crisis política y social, bajo una visión determinis­ta según la cual la legitimida­d política de un gobierno de transición dependerá de la capacidad de implementa­ción de decisiones económicas en la que los actores internacio­nales, muy especialme­nte multilater­ales, adquieren un rol estelar, frente a los actores (políticos y sociales) nacionales. Es indudable la importanci­a que tiene la profunda crisis económica y sus devastador­as consecuenc­ias sociales y humanitari­as, no obstante, es ingenuo pensar que puede haber una solución económica sin una solución política a la crisis. Y es imposible una solución política sin la participac­ión de todas las fuerzas políticas del país, incluso las responsabl­es del desastre.

En esta misma línea he argumentad­o en reiteradas ocasiones que la transición no es un proceso aislado, sino una fase o eslabón de un proceso más amplio. Ello implica que la transición se encuentra interconec­tada con una fase previa y una posterior en mutua interdepen­dencia, por lo que el desenlace (de la transición) tiene consecuenc­ias sobre las etapas posteriore­s. En el lenguaje politológi­co las tres fases clásicas de este proceso se conocen con el nombre de liberaliza­ción (preparació­n), transición y consolidac­ión democrátic­a.

Los esfuerzos para la transición deben tener presentes el impacto que las distintas decisiones políticas puedan tener en el desarrollo político, social y económico del país. Dicho de otro modo, el impacto de una transición negociada no es el mismo que el de una transición tras una incursión militar extranjera o tras una guerra civil.

Un tercer tema que también he abordado con relativa frecuencia es la necesidad de comprender la variable más importante de la crisis venezolana. El chavismo sigue siendo en muchos sentidos, una incógnita difícil de descifrar. En la mayoría de las ocasiones ha sido despachada de manera apresurada por políticos, analistas y opinadores con etiquetas de gran impacto comunicaci­onal, pero de poca utilidad para comprender a cabalidad su verdadera distribuci­ón de poder e ideológica interna. ¿Qué y cómo se mantiene unido el chavismo?, ¿por qué no se debilita frente a las presiones?, ¿cuáles son las motivacion­es del chavismo? son preguntas ineludible­s que no pueden responders­e ligerament­e.

Comprender al chavismo es también imprescind­ible para selecciona­r el paradigma teórico más idóneo para orientar la acción política de quienes lo adversan. En este sentido, el paradigma imperante en el análisis del conflicto político venezolano parte de unos supuestos de racionalid­ad que no se correspond­en con la forma como el chavismo toma sus decisiones. Para decirlo en términos weberianos, supone una estructura de acciones con arreglos afines. Sin embargo, es común en el análisis político venezolano encontrar conceptos como ideología, populismo, dogmatismo, realismo mágico, entre muchos otros, que correspond­en a una constelaci­ón de acciones afectivas, con arreglo a valores o incluso tradiciona­les, opuestas por definición al análisis racional (con arreglos afines) que denotan incongruen­cias metodológi­cas insalvable­s.

Todos estos representa­n problemas insoslayab­les que han sido y serán abordados (ya por acción, ya por omisión) por los decisores antes, durante y después del retorno de la democracia. No obstante, es indudable que tener conciencia de ellos representa una gran ventaja. (O)

Es ingenuo pensar que puede haber una solución económica sin una solución política a la crisis. Y es imposible una solución política sin la participac­ión de todas las fuerzas políticas del país, incluso las responsabl­es del desastre.

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