El Universo

Gin Morrison

- GOURMAN elgourman@gmail.com

Ubicado en la planta baja del edificio Xima, en Samborondó­n, Gin Morrison sorprende con su alto nivel de servicio, su novedosa coctelería de autor y su carta de piqueos, de calidad superior a la mayoría de los bares de la ciudad. Lo primero, el servicio. Los meseros que nos atendieron conocen el concepto del sitio, la letra y el espíritu de la carta. No son empleados recibiendo un sueldo por sus horas de trabajo, sino integrante­s del equipo de un proyecto.

Lo segundo, su oferta de licores. La mayoría de su coctelería está desarrolla­da a base de gin, gran parte de ella de autor, o versiones de clásicos.

Una sección de la carta es dedicada al famoso negroni, coctel con campari, gin y vermut rosso , uno de los cocteles con gin más icónicos, cumpliendo 100 años de haber sido creado por el conde Negroni, italiano amante del gin que lo concibió cambiando la receta de un coctel popular de la época, sustituyen­do soda por gin. Probamos el negroni castro, al que le adiciona tabaco, ron y humo de tabaco. Desde que se prohibió el tabaco en los bares, este trago casi se lo puede fumar. Los amantes del cigarrillo y de las discotecas deben probarlo. El negroni blanco, con gancia y orujo de hierbas fue uno de nuestros favoritos. Seco pero refrescant­e, con sabor poco perdurable en boca. El mitad del mundo es servido en un globo de vidrio, con gin, vino tinto, sirope de piña y coco, sobresalie­ndo una rama de canela que es pasada por fuego al momento de servirlo. Novedoso. Demasiado dulce para mí. Se disfruta de estos tragos escuchando la bien escogida y mezclada música del bar, que genera por momentos un ambiente vibrante. El London Calling fue probableme­nte el que más disfruté. A base de gin, ginger-ale, amargo de café y jagermeist­er. Su sabor es complejo y con muchas aristas. Por último, los piqueos. Gin Morrison no es un sitio para ir a comer.

Es un bar. Sin embargo, hay opciones de piqueos que valen la pena. Es buena idea hacer un alto al licor al comer algunos de estos entremeses, puesto que los cocteles no son un buen maridaje. Pedimos primero una porción de pan de yuca coronado con cenizas de cebolla y miel trufada. Bien. La ceniza le aporta poco. La miel sí, sin cambiar su esencia. Luego burrata con babaganous­h y pomodoro, una gran combinació­n. Armonizan.

Decidimos pedir después un trío de tartar de atún, salmón y carne, el que estaba construido con mayonesa y wasabi, mayonesa y soya, huevo de codorniz y aceite trufado respectiva­mente. Deliciosos. Es claro que atrás de la carta de piqueos y de cocteles hay un concepto y coherencia. El precio de los cocteles está acorde al mercado. Siendo costosos, ($ 10-$ 12), no son necesariam­ente caros al haber detrás un trabajo de creación. Lo mismo para los espirituos­os. Sin embargo, los vinos y espumantes no, con precios tres y más veces por encima de su costo. Gin Morrison, recomendad­o.

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