Capital y trabajo
Vivimos días de conmoción causados por la devastadora pandemia de COVID-19 y somos testigos de distintos acontecimientos nostálgicos que viven diversas familias ecuatorianas. Con todas me condolezco. El país recibió el golpe precedido de una situación financiera desfavorable, ocasionada por razones que involucran a la banda de la década perdida y su despilfarro de los fondos de emergencia, al costo de endeudamiento externo, al excesivo gasto público, al sobreprecio en contrataciones, a la falta de inversión extranjera y a la caída del precio de petróleo; esta última mantiene a la balanza comercial dependiendo una vez más de las actividades acuícola y agrícola, es decir, del sector privado.
Vista la situación de Ecuador, una vez más el Gobierno nos da su receta para momentos de crisis, y nos prescribe, como siempre, una contribución solidaria. Siendo nuevamente los ciudadanos quienes con falta de confianza en instituciones pagamos los platos rotos. Al tener en cuenta que le queda un año de mandato al Gobierno, no se ha presentado mayor resistencia al falto de ideas plan de rescate. No obstante, el panorama sirve para ratificar lo que ya la mayoría conocemos, el modelo de gestión del Gobierno fracasó y debemos tomar medidas correctivas drásticas de inmediato.
Por ello y con el fin de obtener resultados de gestión diferentes, quienes pretendan suceder al Gobierno deberán elaborar su propuesta atendiendo el comportamiento del mercado, teniendo en cuenta que Ecuador tiene un 38,7 % de empleo formal y un 17,8 % de subempleo, y de acuerdo al índice Doing Business, que mide la facilidad de 190 economías para hacer negocios, se encuentra en el puesto 129. Lo cual genera que inversionistas desistan de invertir y se esfumen capital y trabajo.
Asfixiado como se encuentra el país, corresponde dejarlo respirar, ¿no? Pienso que para ello es menester que se le dé oxígeno mediante una reforma a nuestra legislación laboral y tributaria, motores de desempleo, que incluya, entre otras cosas, los contratos por hora y a plazo fijo, que se amplíe el período de prueba y se reduzcan los valores por despido y desahucio. Que se reduzca de forma general la presión fiscal y que se cree, por ejemplo: un impuesto progresivo a sociedades. Que se estimule más al sector acuícola y agrícola, generadores de empleo y progreso, quienes con menores cargas tributarias y mayor liquidez generarán plazas de trabajo. Y con ello que la función pública fluya de manera transparente y eficiente para que cuando se presenten adversidades, el Estado pueda afrontarlas sin afectar nuevamente a los ya afectados. Esos son los días que anhelo para el Ecuador que superará a la crisis por sus ciudadanos valientes, llenos de coraje y por supuesto forjados de valores. (O)