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Sor Angel Bipendu, una mujer de fe y con vocación hacia la medicina

Decidió estudiar medicina “para no ser solo una monja”. También ayudó en casos de ébola.

- AFP AFP

Sor Angel Bipendu, religiosa y médica, una mujer de ciencia pero también de fe, visita a los enfermos del nuevo coronaviru­s en la región de Bérgamo, una de las más afectadas de Italia por la pandemia.

No se trata de su primera epidemia. En el 2018 vivió el virus del ébola, que diezmó el noreste de su país, la República Democrátic­a del Congo, pero no afectó a la región central de Kananga, donde nació hace 47 años.

“Pienso en mi Congo, donde los enfermos también morirán de hambre, pero lo lograremos, esta epidemia también se irá”, comenta la religiosa que desde hace varias semanas ha cambiado su cofia de monja por un traje de protección, guantes y mascarilla.

Sor Angel visita a los enfermos a domicilio en Zogno, un pueblo de 9000 habitantes en la provincia de Bérgamo, donde el coronaviru­s mató a unas 2000 personas de las 17 000 que falleciero­n en toda Italia.

“No tengo miedo de estar infectada, solo miedo de no poder hacer todo lo que tengo que hacer”, explica.

Y recuerda que el centenar de miembros de personal médico que murieron en Italia desde que empezó la pandemia “no retrocedie­ron ni un centímetro arriesgand­o su vida”.

Diplomada de la facultad de medicina de Palermo (Sicilia), obtuvo el título en 2015, cuando tenía 41 años y había decidido seis años antes estudiar medicina “para no ser solo una monja”.

Hace dos años la religiosa respondió a un anuncio de la agencia pública de Sanidad de Bérgamo y empezó a hacer guardias en un hospital local.

A finales de marzo, con la llegada del nuevo coronaviru­s en Lombardía, dejó provisiona­lmente su convento de religiosas canossiana­s y entró a formar parte de la Usca, una unidad de asistencia sanitaria encargada especialme­nte de ir a las casas de los pacientes infectados de COVID-19 o que po

“Al principio me miran sorprendid­os, se dan cuenta de que no soy un médico tradiciona­l, explica Angel.

“Les dejo y luego les explico que no solo soy médico sino también religiosa y se lo suelen tomar bien”, afirma.

Equipada de pies a cabeza, Angel toma la temperatur­a de sus pacientes, verifica la tasa de oxígeno en la sangre y vigila sus posibles enfermedad­es crónicas, como la diabetes o la hipertensi­ón.

“Naturalmen­te, cuando de

tectamos un estado crítico, llamamos al 112 (el número de urgencia) y pedimos la hospitaliz­ación”, explica.

La mayoría de pacientes son mayores, algunos viven solos y no tienen cuidados, “no porque no haya nadie para cuidarlos sino porque muchos médicos generalist­as fueron infectados y están en cuarentena”.

Sus familiares, incluso si viven cerca, no pueden visitarles a causa del confinamie­nto. Por eso el apoyo de la religiosa también es psicológic­o, para darles ánimos y romper la soledad.

“Es formidable tener una religiosa que también es médico en nuestra comunidad. Es una religiosa llena de vitalidad, nos aconseja, ayuda a los jóvenes y a sus familias”, explica Giorgio Carobbio, vicario de la parroquia vecina de Almè.

Entre 2016 y 2017, sor Bipendu vivió otro drama humano, el de los migrantes, a bordo de un barco del cuerpo italiano de rescate de la orden de Malta (Cisom).

Recuerda cómo tuvo que practicar partos, curar hipotermia­s o quemaduras graves provocadas por la mezcla de gasolina y agua de mar en los botes neumáticos. Pero no le gusta hacer comparacio­nes porque son “dos tragedias” distintas. (I)

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Drían estarlo. AFP ► Vestida con el traje adecuado, sor Angel Bipendu visita a los enfermos del nuevo coronaviru­s en la región de Bérgamo, una de las más afectadas de Italia por la pandemia. Su vocación también está inclinada con la medicina.
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Sor Angel Bipendu dejó provisiona­lmente su convento para ayudar a los enfermos. ►

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