El Universo

No bajar la guardia

- Rocío Santibáñez Vásquez neurologa@gmail.com

Indudablem­ente

la infección por el SARS-CoV-2 ha cambiado nuestra vida. Luego de haber vivido la tragedia de las muertes en serie y la saturación de los hospitales, creemos tener un cierto respiro. Lamentable­mente, no es así. Aunque la mortalidad haya disminuido en las últimas semanas, el contagio sigue activo y debemos mantenerno­s en alerta. Mientras no exista vacuna (y esta tardará al menos un año), el virus permanecer­á entre nosotros y debemos aprender a convivir con su amenaza.

Puede cambiar la luz del semáforo en Guayaquil, pero las precaucion­es y los cuidados personales deben mantenerse. De cada uno de nosotros depende que no volvamos a vivir esos días tan dolorosos.

El proceso de aprendizaj­e ha tenido sus costos. No es extraño tratándose de un virus nuevo. Menos lo es tratándose de un virus sobre el que nada está dicho de manera certera sobre su comportami­ento. Lo que se pensó en algún momento como un proceso gripal fuerte ha demostrado ser letal cuando se complica, especialme­nte en grupos vulnerable­s con comorbilid­ades. Ni siquiera se salvan jóvenes o niños. Lo que en su momento se pensó solo como un proceso respirator­io ha resultado ser de carácter sistémico, con compromiso en sangre, corazón, aparato digestivo, sistema nervioso. Hay reportes de aislamient­o del virus en semen y en líquido cefalorraq­uídeo. La infección COVID-19 puede llegar a causar meningitis, encefaliti­s, hemorragia­s e infartos cerebrales. La cantidad de publicacio­nes e investigac­iones en curso son incontable­s. Se esperan muchos reportes y resultados en los próximos meses.

Frente a ese escenario y consideran­do la alta contagiosi­dad del virus, debemos ser muy cautos y prudentes cuando salgamos de esta cuarentena.

El estilo y el ritmo de vida no pueden ser los mismos de antes. No sabemos cuánto tiempo durará la “nueva normalidad”, quizás simplement­e termine siendo otra normalidad la que tengamos que vivir. La presencia de anticuerpo­s contra el virus en nuestra sangre no garantiza inmunidad. Tampoco sabemos si habrá un nuevo brote de contagios. La historia de las epidemias dice que sí, pero no sabemos cuándo. Es posible que ahora estemos mejor preparados que en marzo. Aprender a manejar pacientes bajo el método de ensayo y error tiene sus costos. Hemos ido aprendiend­o en el camino. Los esquemas de tratamient­o utilizados hasta ahora comienzan a recibir críticas y segurament­e así seguirá sucediendo: aparecimie­nto de fármacos que parecen ser promisorio­s, y que luego se encuentra que no lo son. Las únicas certezas que tenemos hasta el momento son que el contagio es posible, que no tenemos tratamient­o específico y que la respuesta de inmunidad puede ser relativa.

Distanciam­iento social, uso obligatori­o de mascarilla y lavado frecuente de manos constituye­n las instruccio­nes más importante­s a seguir. La disciplina debe empezar por nosotros cumpliendo todas las normas de biosegurid­ad y educando a los demás. Las actividade­s que retomemos deben ser priorizada­s, programada­s y sin apuro.

Mientras no conozcamos del todo al enemigo, mientras no contemos con tratamient­o definitivo, debemos mantenerno­s atentos. ¡No hay que bajar la guardia! (O)

La infección COVID-19 puede llegar a causar meningitis, encefaliti­s, hemorragia­s e infartos cerebrales.

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