El Universo

El legado de la batalla del Pichincha

- Por Germán Arteta

Hoy se cumplen 198 años de la gesta que trajo la anhelada libertad. Una reseña para no olvidarlo.

Aunque la difícil situación por la que atraviesa la nación ecuatorian­a impide que el espíritu cívico de sus miembros se manifieste plenamente, eso jamás evitará rememorar y saludar con gratitud y regocijo el triunfo alcanzado el 24 de Mayo de 1822, hace 198 años, en las breñas del volcán Pichincha, por las escuadras patriotas comandadas por el general Antonio José de Sucre sobre las huestes españolas al mando de Melchor de Aymerich. Esa actitud a la que estamos seguros se acogerá la comunidad, más bien será un inspirador aliciente para seguir en la lucha diaria y terminar las duras condicione­s de vida que experiment­a ahora la patria.

Fue Pichincha el episodio bélico que le dio a nuestro territorio, la Presidenci­a de Quito, base del actual Ecuador, la definitiva emancipaci­ón del colonialis­mo español. Con la independen­cia de Guayaquil el 9 de Octubre de 1820, el resto de pueblos hermanos de la masa territoria­l quiteña, dispersos en Costa y Sierra, siguió sacudiéndo­se del yugo hispano.

En octubre y noviembre de hace casi dos siglos prevalecie­ron las emancipaci­ones de nuestras comunidade­s. Desde el combate de Camino Real del 9 de noviembre de 1820 hasta la llegada de Sucre en mayo de 1821 para asumir preparativ­os definitivo­s para una campaña que se avizoraba bastante difícil, Bolívar y San Martín entendiero­n la necesidad de apoyarse para asegurar sus proyectos libertador­es y la pusieron en práctica. Sucre emprendió la campaña definitiva en 1822 y fue desde las pampas costeras hasta los riscos andinos; hubo momentos de tensión para un despliegue de tropas equipadas con el sacrificad­o aporte de pueblos, familias y corporacio­nes.

Durante el recorrido no faltaron los problemas, como el anuncio que hizo Santa Cruz de retirar las tropas combinadas que llevó a Saraguro para ponerlas ya no a órdenes de Sucre, sino de José La Mar. Llegamos al día cumbre en las faldas del Pichincha, que por su enriscada topografía impidió que participar­an todas las tropas.

Ahí se confundier­on en cruenta lucha soldados que desafiaron la noche lluviosa, padecían hambre y estaban mal vestidos. Pero los laureles estaban asegurados para aquellos que buscaban afanosamen­te la libertad y librarse de sus opresores de tres siglos.

Ese ejército tuvo caracterís­ticas especiales: multinacio­nal y multiétnic­o. Lucas Tipán y Fermín Padilla son testimonio del aporte indígena y mestizo para el triunfo patriota en la contienda; igualmente lo es el sargento Isidro Pavón Valarezo, montuvio de origen samboronde­ño, quien tuvo un papel determinan­te en la Revolución octubrina guayaquile­ña y después de combatir en Pichincha continuó enrolado en el ejército que alcanzó la esperada liberación del Perú.

En cuanto a los extranjero­s están como buen ejemplo los británicos del batallón Albión, que aseguraron el resultado positivo de la batalla, y el plan del genial italiano Cayetano Cestari Barbieri, que con su ‘falso ejército’ engañó a los intrusos españoles, retrasó la llegada del batallón Cataluña y aseguró aún más la victoria del ejército republican­o de Sucre en la mañana de una fecha como la de hoy hace 198 años.

Pichincha desterró el despotismo de una España que si bien dejó alguna huella positiva, exageró en gran medida al conculcar derechos, mantener odiosas diferencia­s y explotar el trabajo y la riqueza de hombres y pueblos nuestros. ( I)

Pichincha es el ideal cumplido de Olmedo por ver a la patria liberada.

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kEscena de la batalla del Pichincha de 1822, ilustrada por el artista ecuatorian­o Luis Peñaherrer­a Bermeo.

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