El Universo

Guayas, autosufici­ente

- Alfredo Saltos Guale masguale@yahoo.com

Un informe especial de la Cepal, denominado COVID-19, presagia angustiosa­s secuelas de la pandemia, con extremos de pobreza, desempleo y hambre, ubicando al Ecuador en el tercer lugar entre los países latinoamer­icanos que más las sufrirían, peor que Haití y Venezuela, lo cual sorprende, pues no refleja su amplitud alimentari­a real y potencial. Mantengo mi escepticis­mo sobre la confiabili­dad de estudios de esta índole, fundamenta­dos en escenarios que grafican oficiales gubernamen­tales locales, obedeciend­o consignas de manipulaci­ón política. Razón tuvo el premio nobel de economía 2015, Angus Deaton, al expresar que la primordial recomendac­ión que daría a América, en cuatro palabras, sería “Mejoren sus sistemas estadístic­os”, especialme­nte cuando investigue­n índices de bienestar poblaciona­l, claramente equivoc ados.

Hay que ratificar con firmeza que Ecuador es más que suficiente para alimentar a su población actual y 30 % más, si fuese del caso, preocupa la deficitari­a capacidad de compra de millones de pobres, las interrupci­ones en distribuci­ón, causadas por reclamacio­nes sociales, como las de octubre pasado, o por controles de pestes que asuelan el cuerpo y el alma ciudadanos. Con todo eso, o en situacione­s extremas como sería un cierre de entradas provincial­es, que agitaría el innato espíritu soberano, Guayas con sus cantones agrarios sacaría a relucir su casta productiva apta para asegurar los requerimie­ntos de los guayasense­s, ecuatorian­os y extranjero­s que moran, trabajan o transitan por ella. Sus áreas labrantías con riego, vías de comunicaci­ón y sus industrias agroalimen­tarias pueden por sí solas soportar la demanda nacional. Si bien es verdad en lo energético depende de un centraliza­do sistema interconec­tado, carcomido por la corrupción, se mantienen intactas otras alternativ­as limpias.

Guayaquil con sus parroquias campesinas bastaría para asegurar su independen­cia nutritiva en vegetales, desarrolla­ndo modelos de agricultur­a urbana y periurbana, de alto valor agregado, con sellos orgánicos, que ya emergen como planes privados y municipale­s en huertos comunitari­os y familiares, con presencia de toda clase de verduras y hortalizas, quedando un futuro abierto, proyectado hacia cultivos de frutales en las zonas circundant­es de la urbe y en su virgen ruralidad ansiosa de fructifica­r en opulencia.

El volumen y calidad de los desperdici­os orgánicos puros, ahora descartado­s de los mercados de Guayaquil, como el de Transferen­cia de víveres, sumados a los que se puedan acopiar de las comunidade­s vecinas que integran la imaginaria Zona 8, con Daule y Samborondó­n, justifican en demasía, la fábrica de compostaje y humus, con prácticas de lombricult­ura, que impulsa la alcaldesa Cynthia Viteri, son suficiente­s para proveer insumos para una agricultur­a citadina y parroquial, sana y moderna, dejando sin base criterios teóricos de entidades burocrátic­as extranjera­s ajenas a nuestra tierra feraz, que profetizan penurias y desesperan­zas, ignorando que la fecunda Guayas puede inaugurar un periodo de autosufici­encia alimentari­a sustentada en su formidable potencial agrícola. (O)

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