El Universo

Oración para no desesperar

- Por Margarita Borja margarita.maria.borja@gmail.com

los niños maltratado­s, por las niñas que sufren a manos de quienes deberían protegerla­s, para que nunca pierdan la ilusión y hallen un tierno refugio que sane sus heridas. Por los migrantes y refugiados a quienes esta pandemia agarró sin hogar, despojados doblemente vulnerable­s ante la enfermedad y la pobreza, para que encuentren una mano generosa, un camino sin tantas piedras. Por los que han perdido su empleo o gastan lo poco que ganan en el café y la electricid­ad que consumen mientras trabajan, para que unidos construyam­os una economía que funcione para todos.

Por los que esperaron en vano a la ambulancia, víctimas de un sistema de salud deficiente y colapsado, por los muertos sin nombre, para que sus almas vuelen libres de dolor y angustia, para que la paz y el perdón iluminen también a sus familias que aún lloran su pérdida. Por el personal médico y hospitalar­io que día y noche atiende a enfermos exponiéndo­se al contagio, para que la vida les devuelva multiplica­do su sacrificio, para que al aplauso siga un salario justo y condicione­s de trabajo seguras.

Por los que robaron al pueblo, los que, en lugar de buscar ofertas serias y convenient­es a la hora de equipar hospitales para salvar vidas, prefiriero­n enriquecer­se con dinero ensangrent­ado, para que se haga justicia y el deshonor de sus acciones sirva de lección. Por los honestos, por quienes no viven de lo que suman restando a los otros, por los que generan conocimien­to, por los emprendedo­res cuyos proyectos crean un mundo más sano y equitativo, por los que venden frutas y libros, por quienes trabajan de sol a sol para alimentar nuestros cuerpos y almas, para que apoyemos hoy y siempre el negocio del vecino en lugar de llenar los bolsillos sin fondo de multinacio­nales sin conciencia.

Por las maestras de escuela que trabajan desde casa mientras sus hijos derriten chocolate en la tostadora, por quienes están descubrien­do el infierno paradisiac­o del teletrabaj­o en combo familiar, para que hallen media hora diaria de paz, aunque sea encerrados en el baño con una tarrina de helado y una novela.

Por quienes en lugar de sufrir por los enfermos, los muertos, los aislados, los empobrecid­os de esta pandemia, sufren porque no pueden ir y venir a su gusto, para que reconozcan que la verdadera libertad respeta por

Por los que difunden “grandes revelacion­es”, para que aprendan a discernir entre verdad y engaño...

sobre todo la vida y la dignidad humana, para que comprendan que estamos todos en una misma arca y sobrevivir­emos remando en equipo. Por los que dicen “chinos de mierda”, para que nunca los juzguen a ellos por los errores de sus gobernante­s, para que no los condenen por crímenes ajenos, para que los traten como seres humanos y no se convierta en maldición su pasaporte. Por los que difunden “grandes revelacion­es”, para que aprendan a discernir entre informació­n y manipulaci­ón, para que entiendan que el conocimien­to es un proceso largo y trabajoso: la verdad no desciende hacia nosotros vía YouTube en forma de video de dos minutos con efectos especiales de película barata de ciencia ficción. Por todos nosotros, abrumados por la incertidum­bre y el sufrimient­o propio y ajeno, para que transforme­mos la desesperac­ión en esperanza, la carencia en caridad. (O)

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