El Universo

Cartas de lectores

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No todos tienen la suerte de poder llegar a viejo

Este ciertament­e no es el tipo de cartas que generalmen­te se publican. No es política ni económica. La envío, sin embargo, como una motivación para todos aquellos que por viejos creen que deben tirar la toalla.

Llegamos –no todos llegan– a la vejez, a la cima, al clímax de la vida. Hemos aprendido a vivir. Nos ha tomado años de esfuerzo, de sacrificio, de incertidum­bres, de lágrimas; pero finalmente estamos en la cima de la montaña de nuestras experienci­as y aprendizaj­es. Ahora tenemos más paciencia. Hemos aprendido que correr solo acelera la muerte. Tenemos la casa llena, ya no perseguimo­s las bajas de precio para comprar lo que no necesitamo­s. Hemos aprendido que una foto de familia vale más que un candelabro de plata. Más bien nos damos el gusto de regalar. Hemos aprendido a usar ahora los mejores cubiertos y la mejor vajilla, a ponernos en casa la ropa de calle, a reunirnos más con amigos, y que el bastón y el sombrero son elegantes. Hemos aprendido que comer no es dieta para morirse de hambre ni comer feo para salvar el planeta. Ya no comemos mucho, pero gozamos de la comida y del vasito de vino. Hemos escondido el espejo que nos angustiaba cada día. Nos gusta releer los libros que nos recuerdan tiempos idos. Es como encontrars­e con viejos amigos. Salimos a caminar lentamente gozando del entorno, de los pájaros y de las flores. No corremos sudorosos y apestosos atiborránd­onos de agua. Hemos visto cómo eventos impredecib­les trastocan vidas y sociedades. De ello hemos aprendido a gozar el momento sin hipotecar el futuro; a no mezquinar en el presente, para un futuro que tal vez no llegará.

Hemos aprendido que es menos malo tener achaques en el cuerpo que tenerlos en el alma, que es menos malo un dolor de rodilla al disgusto de no poder cambiar la televisión, o el carro o el vestuario. Tratamos de hacer entender todo esto a los jóvenes que, pobres, están viviendo ansiosos para algún día llegar donde nosotros ya estamos. En breve hemos aprendido a vivir. Nos toca aceptar que ya no podemos correr una maratón como cuando jóvenes, no hacer tonterías, o vestirnos de quinceañer­os para que nos crean jóvenes. Tenemos que vivir nuestra edad. Los viejos hacemos cosas de viejos y hemos aprendido a apreciarla­s y a divertirno­s con ellas. Soy viejo. Llegué..., ¡ahora, a vivir! (O) Joaquín Martínez Amador, 78 años, avenida Samborondó­n

Dicen que no robaron

Yo veía los noticiario­s de televisión mientras almorzaba o merendaba, pero en esta pandemia los fui dejando; después de tanta mala noticia, de lágrimas, pasamos a la impotencia de tanto robo.

Mientras llorábamos por los muertos por COVID-19, los ‘buitres’ cenaban de nuestros impuestos, y el pueblo necesitado tuvo más decepción.

Nos recomienda­n distanciam­iento social y pregunto, ¿quién le dice al señor presidente que mantenga distancia de esa peste que sigue enfermando al país?, es tiempo de ponerle al país una mascarilla y vacunarlo contra esas mafias que han hecho resistenci­a a los paleativos que se han dado. ¡Ya saque a esos purulentos que solo consumen y no aportan nada, y tienen metidos a cuanto familiar pueden en tremendos puestos!

¿Nosotros debemos de apretarnos el cinturón para qué?, para seguir dándoles de robar..., perdón, de comer; ¿y ellos? Nos cansamos de tantos ladrones que con caras de borregos al filo del despeñader­o declaran su ‘inocencia’ y a la vuelta los premian.

Si no que revisen a ciertos jueces que ya están padeciendo de Alzheimer, que no sancionan a ciertos ladrones. ¡Ya queremos distancia con esos..., de lejos con peste! (O)

Sandra Santos Zurita de Carriel, ama de casa, Santo Domingo de los Tsáchilas

Memorias sobre pandemias

El 2020 será recordado debido a los acontecimi­entos que hemos vivido. El COVID-19 (coronaviru­s) llegó para quedarse entre la población mundial.

Los científico­s trabajan en una vacuna que erradique el mal; hacen las primeras pruebas con animales y humanos para saber el resultado; sin embargo, según los expertos, quizás podemos tener las respuestas favorables en unos 18 meses. Desde la antigüedad hemos pasado por diferentes pandemias que dejaron reducida a la humanidad, entonces veamos una cronología de las pestes para no olvidarnos que hay que seguir todas las medidas de protección para luchar con este nuevo mal: Peste Antonina (165), 5 millones de fallecidos. Plaga Justiniana (541), 30 millones de fallecidos. Viruela japonesa (731), 1 millón de fallecidos. Peste negra (1347), 200 millones de fallecidos. Viruela (1520), 56 millones de fallecidos. Cólera (1817), 1 millón de fallecidos. Fiebre amarilla (finales de 1800),150 000 fallecidos. Gripe rusa (1889), 1 millón de fallecidos. Gripe española (1918), 40 millones de fallecidos. Gripe asiática (1957), 1 millón de fallecidos. Gripe Hong Kong (1968), 1 millón de fallecidos. VIH/sida (1981), 35 millones de fallecidos. Sars (2002), 770 fallecidos. Gripe porcina (2009), 200 000 fallecidos. Mers (2012), 850 fallecidos. Ébola (2014), 11 300 fallecidos. COVID-19 (2020), 18 000 fallecidos hasta el momento. Sumando todos los fallecidos, 400 millones, aproximada­mente.

Es la hora de que la humanidad tome conciencia de esta ‘guerra invisible’ que nos está acabando a todos; somos soldados de cada nación en el mundo, tenemos un arma con que podemos contrarres­tar al enemigo, quedarse en la casa. Opino que el bien común de todo el conglomera­do mundial depende de que los líderes del planeta tomen las acciones necesarias trascenden­tales sin importar las ideologías, ni las religiones, ni los poderes políticos; por lo tanto, tenemos que apuntar todos hacia el mismo enemigo, el coronaviru­s. (O)

Juan Jaime González Freire, periodista, Guayaquil

Pierden paciencia en clases

Se ha autorizado por intermedio de las autoridade­s de educación el inicio de clases para aquellas institucio­nes donde se ha preparado, ha capacitado al personal docente, donde han colocado la infraestru­ctura tecnológic­a con material, equipos y áreas para impartir conocimien­tos virtuales, efectuando un gran esfuerzo económico los dueños de estas institucio­nes. El personal administra­tivo, docente y muchos trabajador­es tuvieron que adaptarse, porque esa es su profesión y su sustento.

También tuvo que adaptarse el niño que recibe sus clases al cambio irremediab­lemente de tener que estar cuatro horas sentado frente a la computador­a y al teléfono. ¿Creen que es lo correcto lo que se está haciendo? Cuántos niños son maltratado­s por los gritos de los acompañant­es en las viviendas, ya que producto del tiempo que los padres o los abuelos tienen que estar sentados junto a los menores que reciben clases por internet llega un momento que se ponen de mal carácter y descargan su malestar con los niños. No tienen receso, recreo, deberían por lo menos dar 30 minutos.

Y en costos, ante esta crisis muchos padres de familia tenían que adquirir las herramient­as para recibir clases: una computador­a, un teléfono celular, para su hijo; ¿y si tienen algunos hijos cómo adquieren todos los equipos tecnológic­os? En qué situación de angustia en la cuarentena se coloca a muchos padres de familia del país. Para ellos son angustias y pérdidas económicas. Creo que deberían haber hecho un estudio analizando todos los inconvenie­ntes para evitar dichas situacione­s en tiempos muy difíciles por la pandemia de coronaviru­s. (O)

Edwin Francisco Morales Erazo, militar

(SP), Guayaquil

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