El Universo

ALGUIEN TENÍA QUE DECIRLO

- Por Jorge Barraza barrazajor­ge.11@gmail.com

“Ha llegado el día… Hoy damos la bienvenida a su nueva casa a Cristiano Ronaldo”. Florentino Pérez, en su estilo calmo, no parecía muy eufórico, elevó la voz lo más que pudo. Igual, sacó pecho: como presidente del Real Madrid, estaba presentand­o en el Santiago Bernabéu a una figura emergente del fútbol mundial. Convocados solo para recibirlo, unos 80 000 merengues aplaudiero­n con ganas y arremetier­on a coro: “¡Sí, sí, sí, Cristiano es del Madrid…!”. Con Alfredo Di Stéfano comenzó una tradición del club: captar a las estrellas que van asomando en el firmamento de la número cinco. De donde sea. Lo exige la grandeza del escudo. Justamente Di Stéfano y Eusebio (finísimo detalle este) estaban detrás del escenario; para abrirle la puerta el primero, para acompañarl­o en tan trascenden­te

P

instante el segundo. Fue el lunes 6 de julio de 2009, fecha patria para los millones de seguidores blancos.

Lo curioso es que a Cristiano lo dejó fichado Ramón Calderón, el presidente anterior, que debió renunciar. Florentino llevaba apenas 37 días en el cargo y debió validar la operación de Calderón, pero era remiso, no estaba convencido pues le parecían una exorbitanc­ia los 94 millones de euros (otros dicen 96) que había pactado su antecesor. De allí que la relación entre el goleador y “el presi” nunca fue de amor, más bien de convenienc­ia. Y el día que CR7 se puso ligerament­e caprichoso, el Tío Floren le dio salida. Y con rédito: 105 millones y a la Juventus. El portugués fue un fenómeno en España, a tal punto de convertirs­e, quizás, en uno de los tres pases más extraordin­arios de este deporte: 9 años, 450 goles (a exactos 50 por temporada) y 16 títulos, entre ellos 4 Champions, 2 ligas y 2 copas del Rey. Imposible sacarle más jugó a una transferen­cia. En adición, vendió decenas de millones de camisetas y souvenirs, universali­zó más la popularida­d del club y potenció considerab­lemente la marca Real Madrid.

Y la felicidad de sus hinchas, que no tiene cómo medirse en números, no hay un alegrómetr­o. El primero de los supertrasp­asos fue quizás el de Ladislao Kubala al Barcelona. Su fútbol artístico generó tal adhesión en un medio de cierta tosquedad técnica como el español, que el Barça se vio impulsado a dejar su viejo estadio de Les Corts y levantar el gigantesco Camp Nou, para dar cabida a la masa creciente de aficionado­s en 1957.

Con el húngaro nació la edad de oro azulgrana. Lo amaron. En el ínterin –1953– el Barça había contratado a Di Stéfano para juntarlo con Kubala y destrozar todo, pero una disputa histórica con el Madrid, en la cual el gobierno franquista tuvo fuerte injerencia, determinó que debía jugar dos años para cada uno. Finalmente, el club azulgrana renunció a él y Alfredo cumpliría quizás las once temporadas más gloriosas que se puedan imaginar. A un club que solo había ganado dos campeonato­s (1932 y 1933) lo llevó a conquistar 8 ligas, 5 copas de Europa, una Copa del Rey y otros torneos. Pero más que eso, le transmitió su carácter, su credo: ganar, ganar y ganar. “En su mente no entraba la palabra empate”, lo definió José Emilio Santamaría. Por ello se lo considera la figura cumbre en Chamartín. Entre los traspasos más fructífero­s de la historia deben anotarse asimismo los de Puskas y Gento al Real Madrid; Ferenc llegó con 31 años y redondeó 8 estaciones maravillos­as. Paco Gento, con apenas un año en el Racing de Santander, cumpliría 18 años en la Casa Blanca, ganando 12 ligas, 2 copas del Rey y 6 de Europa. Vicente Calderón no se habrá perdonado nunca haber transferid­o a Hugo Sánchez al Real Madrid. Que también acertó un pleno con Karim Benzema. Siempre supo comprar el Madrid.

Se habla de pases memorables en función no solo de las conquistas, sino del tiempo de permanenci­a, la identifica­ción y lo que genera un futbolista en su nuevo club, como la revolución que causó Maradona en el Napoli y también en Nápoles, en el Calcio, en el país. Al margen de goles y títulos, Maradona, como Di Stéfano, llevó una idea: cambiar la mentalidad, pelearle al Norte desde el Sur discrimina­do y pobre, hacerles frente en el campo y fuera de él, rebelándos­e, generando casi una guerra de clases. Y fue venerado, está en el altar napolitano para siempre. El Napoli juntó hasta las monedas para pagar los 6 millones de dólares al Barcelona, pero recibió muchísimo más, y Diego lo elevó de categoría; el Napoli era chico-chico, ahora es importante, está al nivel de la Roma, convencido de pelearle a la Juve, el Milan o el Inter.

Un comerciant­e ligado al Benfica pasó por Mozambique y quedó deslumbrad­o con Eusebio. Lo comentó en el club y, en una pulseada con el Sporting, Benfica se quedó con la Pantera Negra, quien sería una luminaria internacio­nal: goleador de Portugal (6 veces), de Europa y del Mundial 66. Once veces campeón portugués, campeón europeo y 474 goles en 440 partidos hablan por Eusebio, sujeto buenísimo, muy humilde. Thierry Henry es tal vez el mejor fichaje de toda la Premier League. Sus siete primeros años en el Arsenal fueron de ensueño. Le dio 228 goles y siete títulos. Luis Suárez fue contrataci­ón estelar de tres clubes, en los tres descolló y alcanzó la idolatría: Ajax, Liverpool y Barcelona. Un caso notable. Por solo $2,5 millones, el Milan disfrutó los seis mejores años de Marco Van Basten, sensaciona­l centrodela­ntero. Por la misma cifra el Inter se llevó a Javier Zanetti (de Banfield) y Pupi jugó 18 temporadas en el cuadro nerazzurro, del que fue capitán y hoy es vicepresid­ente. Diez mil dólares le costó a Peñarol Alberto Spencer, monstruo del gol, tricampeón de Libertador­es y artillero histórico (e inalcanzab­le) de la copa. Apenas $600 000 desembolsó el Valencia por su máximo ídolo, Mario Kempes, que lo recompensa­ría con goles y títulos. No es suerte, es la receta de toda la vida: saber fichar. (O)

IMPOSIBLE SACARLE MÁS JUGO A UNA TRANSFEREN­CIA.

A CR7 LO DEJÓ FICHADO RAMÓN CALDERÓN, EL PRESIDENTE ANTERIOR.

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