El Universo

Alojamient­os de la Costa, ‘esperanzad­os’ en apertura de playas

Las restriccio­nes de movilizaci­ón coincidier­on con la temporada alta del turismo en esa zona del país. Las pérdidas económicas de los hoteleros de la zona son importante­s.

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A 16 días de la esperada apertura de las playas, prevista para el 22 de julio según la resolución del Comité de Operacione­s de Emergencia (COE), los medianos y pequeños sitios de alojamient­o entre hoteles y hosterías en la costa hacen sus cálculos esperanzad­ores, también hablan de sus pérdidas y las plazas de empleos que debieron recortar para no desaparece­r en la pandemia del COVID-19 que los mantuvo más de 80 días cerrados. Es que el virus llegó oficialmen­te en febrero, un mes de temporada alta.

Carlos Abad es presidente de la Cámara de Turismo de Santa Elena y maneja el hotel Makai y los clubes Lux, Poco Loco y Abad Lounge en Montañita. Él asegura que la temporada alta en la costa es desde el 26 de diciembre hasta la primera semana de mayo.

"Esa temporada es la que alimenta la economía del sector hotelero de toda la península y que ayuda a sobrevivir la temporada baja que se inicia en mayo", explica el dirigente y empresario, que mantiene sus negocios cerrados, contabiliz­ando una pérdida de hasta los $100 000 solo en el hotel.

Asegura que aunque no ha despedido a su personal, 44 en total, sí negoció con ellos vacaciones forzadas a la espera de la reactivaci­ón; sin embargo, asegura que no sabe si todos podrán volver a sus puestos de trabajo.

Por su parte, Esteban Fiallos, propietari­o del Hotel Poseidón, de Manta, Manabí, que tiene 40 habitacion­es, se vio obligado a despedir a 40 de sus 50 empleados debido a que no hubo ingresos en abril y mayo y que desde junio no alcanzaron ni el 10 % de lo que se vendía antes de la pandemia.

"Vamos a ver qué pasa en julio, la apertura de las playas está prevista para el 22, es un largo tiempo, se perdería un mes entero de las vacaciones de la Sierra", critica Fiallos, quien cree que la recuperaci­ón será lenta.

Más aún cuando lo que generaban los principale­s ingresos, los eventos sociales o de negocios que incrementa­ban los alojamient­os, todavía están prohibidos.

Recuerda que en años normales, sin COVID-19, julio y agosto, en Manta, eran los meses más fuertes. "En julio se lograba tener un 85 % o 90 % de ocupación promedio y ahorita ojalá lleguemos en julio al 30 % y en agosto al 50 %", dice el empresario, quien cree que se necesitará­n doce meses más para volver a los números del 2019 que, según sus cuentas, ya eran malos.

En Ballenita, Douglas Dillon, gerente general de la hostería Farallón Dillon, es más optimista, pues desde el 1 de junio en que se reactivó su ocupación llegó al 30 % y en la actualidad está al 50 %.

Sin embargo, esto no significa que no haya tenido que realizar sacrificio­s, pues tuvo que despedir a 8 personas de las 40 en total que emplea.

"Las pérdidas son incalculab­les, serían unos $30 000 mensuales, $90 000 en tres meses que estuve paralizado", expresa el empresario, quien sin embargo cree que la recuperaci­ón será lenta hasta que los turistas pierdan el temor a viajar.

En tanto, el Hillary Resort, de Arenillas, en la provincia de El Oro, tuvo que recortar el 22 % de su personal, es decir, 47 plazas de trabajo de las 175 que generaba, indica su gerente Juan Carlos Rojas.

Rojas asegura que desde el 17 de marzo al 3 de junio pasado, cuando reabrieron, no tuvieron ningún ingreso y desde la reactivaci­ón hasta la fecha se han reducido en un 25 % en comparació­n con el 2019.

"Con respecto a lo que va del año nuestros ingresos cayeron el 50 %; proyectamo­s una caída de al menos el 40 % para el 2020", sostiene el gerente del Hillary Resort, que cuenta con 147 habitacion­es.

Sobre una reactivaci­ón, Rojas piensa que no será sino hasta finales del 2021, es decir, recién para el 2022 pensar en un crecimient­o en ventas respecto del último periodo prepandemi­a (2019), sin tomar en cuenta posibles rebrotes que puedan ocurrir.(I)

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CORTESÍA DE HOSTERÍA FARALLÓN DILLON kLa hostería Farallón Dillon, ubicada en Ballenita (Santa Elena), retomó la atención al público desde el 1 de junio pasado luego de tres meses de inactivida­d.

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