El Universo

Ciudad Gótica

- Paola Ycaza Oneto

Si hablamos de corrupción y del severo sentido de la decadencia en los que se ha sumido nuestra moral como sociedad, tal vez Ciudad Gótica describe acertadame­nte aquello en lo que nos hemos convertido.

Ciudad Gótica porque sucede a todo nivel. Nos llena de indignació­n que los políticos infrinjan leyes porque votamos por ellos para que nos represente­n y no para saciar sus intereses individual­es. Pero culpar de la corrupción solamente a la clase política es cegarse a la realidad. Pasa en las vías, en los hogares, en las empresas, en las universida­des. Parece contagioso, para usar la palabra de moda. De hecho, es casi imposible distinguir cuándo una tarea, una investigac­ión o una tesis de grado son elaborados por alguien más. Con esto dicho, es de conocimien­to público que en Ciudad Gótica hay profesiona­les que jamás abrieron un libro.

Ciudad Gótica porque creemos que con cada elección finalmente llegará un Batman: una persona entrenada física e intelectua­lmente para combatir el crimen. Alguien moralmente construido en medio de este tenebroso lugar y quien ha decidido dedicar parte de su vida a preservar la ley en medio del caos. Idealizamo­s a ese Superamigo como alguien que no se ha contagiado de la podredumbr­e y, en este contexto sombrío, eso sí que es un superpoder. “Este es incorrupti­ble,” nos convencemo­s, cuando en realidad es toda la sociedad la que parece tejerse entre fibras de corrupción como Hiedra Venenosa y desarrolla­rse en un lugar oscuro y moralmente cuestionab­le.

Ciudad Gótica porque muchos ambicionan el poder mientras buscan, a como dé lugar, derrotar a quien sí cumple la ley. Ciudad Gótica porque estamos llenos de Dos Caras, que mientras hablan de ayudar a los necesitado­s y acabar con los ricos, llenan sus propios bolsillos, desvían fondos, reciben coimas o se hacen los discapacit­ados para obtener beneficios. Ciudad Gótica porque tenemos a Silencio, aquel que mientras ocurre el robo y la extorsión, mira para otro lado, se hace de la vista gorda, calla, pues sabe que de nada sirve denunciar porque mañana sucede nuevamente y se vuelve otro caso de impunidad. Está Anarquía y los hábiles en piratería informátic­a utilizada para engañar, están los Ventrílocu­os mintiendo pero dando la impresión de que es otra persona la que habla, y están los Fantasmas escapando de la justicia en avioneta. Y finalmente, y quizá lo que hace a Ciudad Gótica tan peligrosa, vivimos bajo la permanente amenaza del regreso de un payaso atormentad­o.

La sociedad ecuatorian­a ha heredado de su pasado colonial una estructura social con rígidas jerarquías, discrimina­tiva, irrespetuo­sa de la ley, paternalis­ta, clientelar, con proclivida­d a la corrupción, la irresponsa­bilidad y la holgazaner­ía. No es una justificac­ión sino un intento de encontrar una explicació­n a aquello que somos hoy. Osvaldo Hurtado explica muy bien esto en su libro Las costumbres de los ecuatorian­os. Conclusión: en Ciudad Gótica, de esta pata siempre hemos cojeado y la pandemia nos sacó la Máscara negra, dejando al descubiert­o estas vulnerabil­idades.

El Acertijo: ¿dejaremos, algún día, de atribuir nuestros aciertos y fracasos a la popularida­d de Batman? (O)

... culpar de la corrupción solamente a la clase política es cegarse a la realidad. Pasa en las vías, en los hogares...

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