Palabrería sin razonamiento
Excesos de palabrería = escasez de razonamiento. El sistema político ha caído en la trampa de rendir culto a quienes hacen alarde de palabrería excesiva. Lo que lleva a nuestro pueblo a este tipo de admiración, es el miedo proverbial a hablar en público.
Una cosa es la abundancia de la palabra, amplia cultura y razonamiento organizado, y otra muy distinta es el exceso en la palabrería vacía, carente de lógica, confusa, y cuando es malintencionada se orienta a engañar a los escuchas. Ciertos políticos de nuestro tiempo practican la palabrería, no la abundancia de palabras razonables; consiguen votos, llegan al poder, pero no están en capacidad de nada, no razonan y engañan. Usar la palabrería es producto de la ignorancia o de la mala intención, las dos cosas malas para el pueblo. Hemos tenido ejemplos claros del uso de la palabrería en políticos. Hace pocos días, una señora asesora de salud, de Quito, salió en medios de comunicación a hacer defensa nada ilustrativa, poco coherente con el conocimiento técnico requerido, a defender las pruebas para diagnóstico del COVID-19 que adquirió el Municipio de Quito. La explicación que dio se limitó a ponderar una cierta ‘utilidad’ de las pruebas sin demostrar, en absoluto, si eran las adecuadas o no. Triste papel para alguien que funge asesorar en un tema. La respuesta que requiere el pueblo es sencilla y determinante, a la pregunta: ¿son estas pruebas las adecuadas para diagnosticar o no el COVID-19? Una institución educativa ha sostenido que no lo son y ha dado razones, pero la asesora sostuvo de manera balbuceante y confusa, que si bien estas pruebas sirven solo para una ‘carga’ determinada de virus, se pueden usar. Esa ‘carga’ –hasta donde se alcanzó a entender– existe en quien ya está contagiado, entonces no hablamos de diagnóstico; ¿por qué no se dijo esto desde el principio?, tanto entre quienes decidieron la compra, como en quien salió a justificar.
Hay un dicho muy antiguo que viene a mi memoria cuando soy testigo de hechos como este: “Mientras más vacía está una carreta, más ruido hace al andar”. (O)
José Manuel Jalil Haas, ingeniero químico, Quito