Plaza e iglesia de San Francisco y Rocafuerte son testigos de luchas por las libertades en Guayaquil
Espacio público céntrico, que data de la época de la Colonia y que alberga a iglesia franciscana y a la primera estatua que tuvo la urbe, es el símbolo y punto de encuentro de ciudadanos.
Es y ha sido un sitio de comercio, de encuentro, de fe religiosa, de descanso, de lucha y de protesta. También es un sitio referente y característico de la ciudad para posar y tomarse una foto o una selfi, muy de moda en estos tiempos.
Su historia se remonta a la Colonia cuando Guayaquil se extendía y sus habitantes poblaban lo que se llamaba la Ciudad Nueva, a mediados y finales del siglo XVII, cuentan los historiadores Benjamín Rosales Valenzuela y Ángel Emilio Hidalgo, miembros de la Academia Nacional de Historia.
“Era pasando los esteros entre el cerro Santa Ana (donde se fundó Guayaquil, siglo XVI) y la Ciudad Vieja”, dice Rosales.
Ahí, en la Guayaquil Nueva surgió la plazoleta San Francisco, que más tarde (por su extensión) se convirtió en plaza, rodeada primero de “las casas de Antonio Salavarría, Francisco Castañeda, Joseph Morán, Magdalena de Castañeda, Juan de Aguirre y el propese pio convento de San Francisco, que en esos momentos no ocupaba la totalidad de la cuadra. Hoy ocupa la cuadra y algo más”, refiere Hidalgo.
Y desde sus inicios hasta la fecha, siglo XXI, cuando Guayaquil vive ya su bicentenario de independencia, este espacio, con la iglesia franciscana de testigo y luego con el monumento a Vicente Rocafuerte, en la av. 9 de Octubre y Pedro Carbo, ha sido una plataforma para luchar por las libertades.
“Fue el sitio más importante desde esa época (siglo XVII)... En la época de la independencia, la plaza de San Francisco, donde se puso la iglesia de San Francisco, era el sitio principal. A fines del siglo XIX se pone la estatua de Rocafuerte..., uno de los personajes más importantes de Guayaquil (fue también su gobernador y combatió la pandemia de la fiebre amarilla, 1843)”, narra Rosales.
En el siglo XX, agrega, fue el centro de mítines políticos, como los de José María Velasco Ibarra, y de protestas sociales.
Para el historiador Wilman Ordóñez, esta plaza ha sido, a su construcción como recreacional y familiar, un espacio simbólico de las luchas sociales de Guayaquil y de Ecuador. “Eso es importantísimo porque cuenta todo lo que un joven o un sujeto histórico y social en la modernidad quiere y piensa decir y manifestar en estos espacios”.
Por ello, movimientos indígenas, culturales, campesinos, mestizos... han reclamado ahí sus derechos. Y eso continúa.
Aquí se dieron incluso actos violentos. “Hay uno que otro fusilado y también ejecutado en la plaza de San Francisco. El 25 de enero de 1912 a Pedro J. Montero, mano derecha de Eloy Alfaro,... le pegan un tiro y arrastran su cuerpo desde la Gobernación hasta la plaza San Francisco. Ahí lo incineran”, narra Hidalgo. Hay una placa de inscripción de aquello.
La gente empezó a llamar a esta plaza como la de San Francisco o la de Rocafuerte luego de que albergara a la primera escultura que tuvo Guayaquil en 1880, la figura en bronce de Vicente Rocafuerte que sobrevivió al incendio de 1896, uno de los tantos de Guayaquil, que dañaron también el convento y la iglesia de San Francisco, que una vez más modificó su arquitectura, según escritos.
Fiestas populares, corridas de toros, juegos de luces, presentaciones artísticas, elección de reinas desde 1900 (Reina del Pueblo, refiere Hidalgo) y otros se dieron en esta plaza.
En lo religioso, la orden franciscana, una de las más importantes, instaló allí, finalmente, su convento y la iglesia Nuestra Señora de los Ángeles (de donde nació la cofradía de influencia en ese tiempo), que se movió de Santa Ana a la Nueva Ciudad. La cofradía “agrupaba a los trabajadores de los astilleros y a sus familias”, cita Hidalgo en un escrito que hizo para la firma Douglas Dreher Arquitectos, tras la regeneración urbana del 2000. (I)