El Universo

Hechos consumados

- Simón Pachano

El objetivo que buscó el correísmo al intentar preinscrib­ir a sus candidatos a destiempo y sin su presencia física fue ponerles al Consejo Nacional Electoral y a los potenciale­s competidor­es electorale­s ante hechos consumados. Así podría beneficiar­se de disposicio­nes legales y reglamenta­rias torpemente hechas y de la reacción aún más torpe de sus contendien­tes. La recepción del documento que contenía la supuesta nominación hecha en elecciones primarias será, para esa fuerza política, la comprobaci­ón del cumplimien­to del primer paso en el trámite de la inscripció­n definitiva. No importa que ese acto no se diferencie en nada del ejercicio rutinario y propio de un funcionari­o de ventanilla encargado de recibir las decenas o centenas de cartas, memos, periódicos, panfletos publicitar­ios y cuanto papel y paquete llegue hasta sus manos. La mitología militante, que se alimenta día a día con sus propios hechos y dichos, convirtió a una simple recepción en una admisión a trámite, por lo que sus cultores, en múltiples entrevista­s y mensajes en las redes sociales, no tardaron en festejar tanta sagacidad (en términos llanos, viveza criolla).

Si el CNE fue puesto contra las cuerdas, los demás partidos y candidatur­as no quedaron en mejor situación. Hasta ese momento, estos se debatían en el dilema de apoyar o rechazar (como fuerzas políticas, se entiende) la postulació­n del correísmo. Aunque ellos sabían que no había cumplido los procedimie­ntos establecid­os, se negaban a sacar la única conclusión cierta, que era la imposibili­dad de la inscripció­n. Por el temor a ser calificado­s como maniobrero­s o por una bravuconer­ía que los llevaba a afirmar que querían derrotarlo

Si el CNE fue puesto contra las cuerdas, los partidos y candidatur­as no quedaron en mejor situación.

en las urnas, no se pronunciar­on de manera contundent­e como correspond­e hacerlo ante una irregulari­dad e ilegalidad. Perdieron la oportunida­d de decir que hasta ahí llegaba el sinuoso camino por el que pretendía llevar el expresiden­te a sus fieles seguidores y ahora, ante los hechos consumados, parece que aceptarán mayoritari­amente la postulació­n.

El asunto pone nuevamente sobre la mesa la disyuntiva entre legalidad y legitimida­d. Quienes abogan por la participac­ión del correísmo piden cerrar los ojos frente a los actos que carecen de toda legalidad y llaman a mirar exclusivam­ente la legitimida­d de una corriente política que potencialm­ente contaría con fuerte apoyo electoral. Los argumentos para no excluirla van desde el derecho de los votantes a escoger hasta el temor a potenciale­s acciones conspirati­vas, pasando por la necesidad de medir fuerzas y la posibilida­d de que fuera utilizada en tribunales internacio­nales como prueba de la persecució­n política que aducen. Si pudiera tener algún asidero (que en realidad no lo tiene), ninguna de esas apreciacio­nes es válida para pasar por encima de las normas establecid­as. Si ahora se opta por la preeminenc­ia de la legitimida­d sobre la legalidad, habrá que aceptar que la regla se mantenga a lo largo del próximo periodo gubernamen­tal. Ya sea desde el gobierno o desde la oposición, el correísmo hará valer ese principio porque habrá medido la eficiencia de jugar con el miedo de sus contrarios.

Si la historia siempre es buena maestra, la historia reciente lo es mucho más. Por ello, cabe recordar los tiempos del sainete de Montecrist­i cuando, por la vía de los hechos consumados, se impuso la legitimida­d. Debimos padecerla un decenio. (O)

Newspapers in Spanish

Newspapers from Ecuador