El Universo

Polvorín electoral

- Mauricio Gándara Gallegos

Que el polvorín electoral se recargaba día a día, estaba a la vista de todos, y el lunes 14 hizo su primera explosión, y, seguro, habrá más. La causa principal del conflicto que presenciam­os fue el error de designar a los integrante­s de los organismos electorale­s de acuerdo a las normas constituci­onales y legales del pasado, las no vigentes. Esas disposicio­nes, hoy obsoletas, establecía­n que se designaría como vocales del Tribunal Supremo Electoral a representa­ntes de los partidos más votados; esto fue cambiado por la Constituci­ón vigente. Pero el Consejo transitori­o decidió nombrar vocales a miembros de los partidos políticos más votados, contradici­endo al texto constituci­onal y aun ignorando las calificaci­ones de los concursos de méritos. Por eso vemos que los vocales del CNE responden a consignas partidista­s, en apoyo o en oposición a determinad­as candidatur­as; por tanto, no son independie­ntes; por eso, asisten a las sesiones o se ausentan, dan o no cuórum, según las disposicio­nes de los partidos o movimiento­s a los que deben su designació­n. Por una alianza, resulta que una sola candidatur­a cuenta con tres de los cinco vocales. Eso es todo. Como el CNE tiene un órgano superior, el Tribunal Contencios­o Electoral (TCE), para no cumplir sus sentencias, el CNE ha recurrido a la Corte Constituci­onal, que no es un tribunal de apelación, porque los fallos y resolucion­es del Tribunal de lo Contencios­o, de acuerdo a la Constituci­ón, son de última instancia. Para decidir recurrir a la Corte Constituci­onal el CNE se ha tomado un mes y medio. Recuerdo que en 1968 (yo era candidato a diputado por un movimiento popular) se produjo un conflicto entre las candidatur­as presidenci­ales porque dos de las tres principale­s, las que habían perdido las elecciones, pretendier­on anularlas en aquellas provincias en las que habían perdido y obtener que en ellas se repitieran los comicios. Finalmente, el Tribunal Supremo

Electoral no aceptó las impugnacio­nes, pero se pretendió objetar lo resuelto por el Tribunal Electoral ante el Tribunal de Garantías Constituci­onales; este se negó a intervenir en un asunto que era de competenci­a exclusiva de la Función Electoral. Toda la ciudadanía comprende que se trata de favorecer o perjudicar a candidatos. Al inicio de los años noventa, por enfrentami­entos entre precandida­turas en uno de los más importante­s partidos, hubo una división en él y, finalmente, se presentaro­n dos candidatur­as, la oficial del Partido Social Cristiano y una de un nuevo partido, la Unidad Republican­a. Las dos candidatur­as de derecha alcanzaron la primera y la segunda votación. El pueblo decidió y no los tribunales. No se puede apreciar, todavía, la reacción popular ante el espectácul­o que nos están presentand­o los sujetos en pugna. El que el CNE, viéndose acorralado, después de dilatorias que se han extendido por un mes, haya recurrido a la Corte Constituci­onal, no parece sino un recurso para ganar tiempo; si creía que la CC era competente, ¿por qué no recurrió a ella en octubre o noviembre? Hoy la situación del país es de total incertidum­bre; hay absoluta desconfian­za en el CNE, en los vocales que jugaron a las escondidas. No hay institucio­nes. ¡Un verdadero polvorín! (O)

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