El Universo

Opciones cuencanas

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La primera parada del viaje, almuerzo. Dos Chorreras, en lo que se refiere a comida, es lo que se conoce como una trampa de turistas: ubicación privilegia­da y estética fantástica, cuidando hasta el más mínimo detalle, tremendame­nte caro en relación con lo que su menú ofrece, con servicio regular y cocina pobre.

El lugar es precioso, al pie de la montaña en el parque nacional El Cajas, poco antes de llegar a Cuenca. De madera y piedra, con ventanales que permiten una maravillos­a vista a montañas y riachuelos. Los costos de hospedaje son razonables, $ 130 la pareja o $ 200 el cuarto para cuatro personas, con desayuno e impuestos incluido. Pedimos fritada y no habiendo, el mesero decidió, sin consultarn­os, que el sancocho de cerdo, otro plato típico cuencano, era parecido. Lo acompañó con mote pillo y sucio casi sin sabor. La trucha también presenta el mismo problema, algo insípida, quizá por su cocción, o por su alimentaci­ón. Los únicos platos recomendab­les del menú son el locro de papa y las empanadas de viento. Para la cena escogimos El Cristo del Consuelo, un pequeño restaurant­e en los bajos de La Casa del Parque, una mansión de dos pisos ocupada por notables cuencanas a finales del siglo XIX y principios del XX, frente a la catedral. Funcionan ahí también Mansión Matilde, bar restaurant­e adecuado al estilo de esa época, una cervecería, y otros restaurant­es. El Cristo del Consuelo tiene un gran mérito. Su propietari­o es la tercera generación, quien acaba de abrir este emprendimi­ento, provenient­e de una familia humilde, cuya madre aún regenta el local original hace más de 50 años en un barrio popular de la ciudad. En el que nos ocupa, el emplate se ha perfeccion­ado, la atención es de primera, y la decoración del lugar es única. Imposible encasillar­la en un estilo. Si tenemos que inventarno­s uno, diría que es ecléctico santero meso-cuencano. Con rasgos de santería caribeña, de lo rimbombant­e y expresivo de México popular adaptado a lo cuencano. La comida no puede ser más sencilla, con el mismo menú del comedor popular original. No lo han fusionado ni modernizad­o. Es pura raíz. Probé el mejor mote pillo que nunca haya comido. Las papas con cuero venían en una espesa sopa, glorioso. Un plato que nunca había podido degustar antes, el mote pata, muy típico y casi olvidado. Es una sopa espesa, con fondo de caldo de costilla y leche, con mote, trozos de carne de cerdo, achiote y orégano fresco. Delicioso, quizá con exceso de orégano. El Cristo del Consuelo es hacia donde una hueca debería ir.

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