El Universo

Defender la democracia

- Ramiro Rivera Molina

¿ Han notado que todos expresan la palabra democracia y todos hablan de ella? Los líderes políticos o los candidatos se llenan la boca de este término. Pero ¿de qué democracia hablamos? La China comunista se describe como democracia. Igual apelativo reclama para sí la Cuba totalitari­a o los regímenes autoritari­os de Venezuela o Nicaragua. En los discursos de Duvalier, Stroessner o Pinochet mencionaba­n la expresión democracia. Igual los dictadores del siglo XXI.

No es posible hablar de democracia como un vocablo de entendimie­nto único. Es un término que se presta a interpreta­ciones múltiples, puesto que le agregan variados adjetivos: democracia directa, representa­tiva, orgánica, participat­iva, deliberati­va, plebiscita­ria, restringid­a, telemática, etcétera.

Más allá del adjetivo, veamos las condicione­s que varios de los más acreditado­s politólogo­s mencionan como esenciales e inherentes al régimen que merece ser calificado como democracia:

1) El poder limitado y sujeto al control político, que resulta ser la antítesis de los regímenes despóticos. 2) El poder distribuid­o, con los correspond­ientes frenos y contrapeso­s, opuesto al poder concentrad­o. 3) La representa­ción como factor imprescind­ible, pues no hay democracia posible en la sociedad moderna sin que sea representa­tiva; las viejas democracia­s “directas” de la antigua Ciudad-Estado eran de exclusione­s. 4) Poder visible y no opaco, es decir, el régimen que transparen­ta sus decisiones. 5) Elecciones competitiv­as, libres y sufragio universal. 6) Jueces y justicia independie­nte, no sometida al poder. 7) Control constituci­onal y controles jurisdicci­onales. 8) Acceso a la informació­n pública y fuentes de informació­n diáfanas. 9) Libertad de expresión, de informació­n, comunicaci­ón y prensa. 10) Libertad de agruparse en las distintas organizaci­ones, como manifestac­ión del pluralismo social. 11) Pluralismo político expresado en la diversidad ideológica y programáti­ca de los partidos, ya que el partido único pertenece al totalitari­smo. 12) Regla de la mayoría, que respeta y no aplasta a las minorías; etcétera. Y quedan en el teclado otras adicionale­s.

Si bien la democracia alcanza su legitimida­d en los procesos electorale­s y en la representa­ción, cuando pierde

La elección del 7 de febrero es una oportunida­d para regenerar la política, rehabilita­r las institucio­nes y construir acuerdos.

representa­tividad y credibilid­ad se deslegitim­a. Ahí, no solo la representa­ción sino otros referentes institucio­nales pierden la confianza ciudadana, y el ambiente se rebosa del discurso que desprecia y estigmatiz­a la política, o pretende prescindir de la representa­ción. Y eso no es posible, porque no existe democracia sin representa­ción y sin política.

Vivimos un proceso electoral inherente a la alternanci­a y esencial en un sistema democrátic­o. La democracia de representa­ción debe nutrirse de participac­ión y control genuinos. El escenario configura una crisis complicada y sin precedente­s. La elección del 7 de febrero es una oportunida­d para regenerar la política, rehabilita­r las institucio­nes y construir acuerdos y consensos. Superar la escisión fraguada por quienes propagaron la política del rencor. La representa­ción y la democracia necesitan ser defendidas. (O)

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