El Universo

La desinforma­ción y el COVID-19

- Inés Zavala Alarcón

La desinforma­ción en torno al COVID-19 ha causado un gran daño a la población global, que ha sufrido esta emergencia sanitaria como la peor registrada. Se trata de un virus que ha causado más de 82,4 millones de contagios a diciembre del 2020.

La desinforma­ción ha sido variada: que se trataba de un virus chino, de un virus creado en el laboratori­o, además de los usos de terapéutic­as y tratamient­os no probados, sin sustento científico, llevando a las personas a minimizar la gravedad de la enfermedad y a no confiar en la ciencia ni en los científico­s, a ignorar los consejos de salud pública, por tanto a no seguir las medidas preventiva­s y recomendac­iones de los expertos. Esto ocurre a pesar del gran avance científico y tecnológic­o, a la rapidez en el diagnóstic­o, en la identifica­ción y aislamient­o del virus, a la creación de pruebas de aislamient­o efectivas, tratamient­o con anticuerpo­s monoclonal­es, antivirale­s y la meta de encontrar el método para la producción de la vacuna de la forma más rápida y eficaz.

Las vacunas han salvado a millones de personas de enfermedad­es como: polio, difteria, tétanos, rubeola, sarampión, varicela, influenza H1N1, entre otras. La viruela se declaró erradicada en 1977; la poliomieli­tis, en 1991.

Todas las vacunas tienen el objetivo de entrenar al sistema inmunológi­co para que reconozca al virus aplicado, elevar sus defensas preventiva­s, con el fin de neutraliza­r al virus real y así evitar el contagio.

Las vacunas contra el COVID-19 de Pfizer-BioNTech y Moderna emplean una tecnología inédita en la generación

Vacunarse es un acto individual de “responsabi­lidad y de solidarida­d” frente a la humanidad.

de vacunas, que consiste en tomar una pequeña pieza del material genético llamado ARN mensajero y por medio de esta técnica se inyectan en el cuerpo hebras de instruccio­nes genéticas llamadas ARN mensajero, es decir, la molécula que es la que les dice a las células qué hacer, y cada célula es una minifábric­a de proteínas. Así, el ARN mensajero de la vacuna se inserta en el cuerpo y toma el control de esta maquinaria para fabricar un antígeno específico del coronaviru­s que está en la superficie, permitiénd­ole adherirse a las células humanas. Es detectado por el sistema inmunológi­co que producirá anticuerpo­s. Una vez inyectado el material genético se empezará a producir las proteínas del virus.

Con este método no hay que utilizar o cultivar al patógeno en el laboratori­o porque es el organismo el que hace la tarea. En cuanto a la proteína del coronaviru­s, no se va a producir todo el tiempo, se ‘detendrá’, porque como cualquier vacuna el sistema inmunológi­co destruirá las células que producen la proteína viral, el proceso por lo tanto terminará por sí solo. También hay vacunas contra el coronaviru­s elaboradas a partir del virus vivo inactivado, modificado o atenuado. (AstraZenec­a, Universida­d de Oxford).

Vacunarse es un acto de “responsabi­lidad y de solidarida­d” frente a la humanidad, protegiénd­ose en forma individual no solo proteges a tu familia, amigos, vecinos y a la comunidad, sino a toda la humanidad. La meta es lograr una vacunación masiva de más del 60% de la población para alcanzar una protección eficaz contra el virus. (O)

*Pediatra - Cuidados Intensivos Pediátrico­s

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