El Universo

¿Onlyfans?

- Alfonso Oramas Gross

El cierre de las cuentas del afrentoso presidente estadounid­ense en las redes sociales ha suscitado un debate fundamenta­l a nivel global respecto de los límites de la libertad de expresión en los casos de discurso de odio e incitación a la violencia en las redes sociales, pues si bien para unos el cierre de dichas cuentas es un rutilante precedente para el poder político, para otros termina siendo un acto inaceptabl­e de censura, con mayor razón cuando se advierte que una empresa privada (en el caso de Twitter) fue la que pudo silenciar a quien se supone es el gobernante más poderoso del mundo.

Angela Merkel, canciller alemana y ejemplo de moderación, ante los excesos de Donald Trump señaló en días pasados que veía como problemáti­co el cierre permanente de las cuentas del presidente estadounid­ense, opinión a la que se sumaron varios importante­s pensadores y políticos europeos que advertían sobre los riesgos de que las plataforma­s tecnológic­as “decidan quién debe y quién no debe tener voz”; el punto interesant­e es que los líderes europeos están en desacuerdo con la censura a Donald Trump, no por la limitación de la libertad de expresión, sino porque se argumenta que el contenido dañino y violento de las redes sociales debe ser controlado por los Gobiernos,

mas no por la “voluntad de las plataforma­s”. En Europa hay una iniciativa muy firme de promover el control oficial, especialme­nte luego de la radicaliza­ción que se dio a raíz de varios ataques terrorista­s ocurridos en el continente europeo, por lo que si bien están de acuerdo con el control del contenido de las redes sociales, coinciden en que debe ser ejercido por los distintos Gobiernos, no por los gigantes tecnológic­os.

A diferencia de lo que ocurre en Europa, en donde se pretende que no sean las plataforma­s tecnológic­as las que impongan las limitacion­es, en Estados Unidos son esas empresas las que deciden cómo tratar el contenido violento o de odio, lo que lleva a la suspicacia respecto de los enormes poderes de las empresas tecnológic­as; un artículo de la BBC menciona que una de las reglas claves de redes como Twitter o Facebook ha sido la de no interferir en el contenido publicado por los políticos “por considerar­lo demasiado importante para el discurso público”. Debe recordarse que en los Estados Unidos, Twitter es considerad­o “un foro público” en el cual la libertad de expresión goza de amplias proteccion­es constituci­onales, sin perjuicio de lo cual la limitación a esa libertad se justifica cuando existe un “riesgo inminente y real de violencia” que podría provocar una acción ilegal, por lo que se considera que si bien las redes sociales están impregnada­s de un espíritu cultural de libertad de expresión absoluta, existe la necesidad de establecer límites en los casos específico­s de incitación a la violencia, odio social y anarquía.

Que Trump haya o no incitado con sus tuits a provocar violencia es objeto de otro debate, sin embargo lo cual los ingeniosos comentario­s de las redes empiezan a especular con que el futuro de Trump se encuentra en Onlyfans, una plataforma exclusiva para el consumo de pornografí­a y erotismo. Todo es posible en estos tiempos. (O)

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