El Universo

El ‘gato’ Yunda y la deliberaci­ón pública

- Liliana Anchundia lanchundia@eluniverso.com

¿ C ómo llegamos a que un alcalde de la capital del país, investigad­o por presuntas irregulari­dades en su administra­ción, esté batallando como gato panza arriba para no perder su cargo mientras los concejales se le apartan entre pedidos de renuncia y amenazas de destitució­n?

Y ¿qué tanto se implican los ciudadanos quiteños en este asunto que debería resultarle­s de interés prioritari­o?, pues entre los derechos de participac­ión establecid­os en el artículo 61 de la Constituci­ón está el de fiscalizar los actos del poder público revocar el mandato que hayan conferido a las autoridade­s de elección popular.

yVeamos a quién representa Jorge Yunda, un médico cirujano, más conocido por su faceta de radiodifus­or –ámbito en el que se lo identifica­como Loro Homero–, que se involucró en política, ejerció la presidenci­a del Consejo Nacional de Radio y Televisión (Conartel) entre 2007 y 2009, durante el gobierno de Rafael Correa, y se volvió visible en su etapa de asambleíst­a, cuando se le cuestionab­a tener vínculos directos e indirectos con la asignación de 35 frecuencia­s radiales. En 2013 fue candidato a asambleíst­a por Alianza PAIS, pero no ganó. Llegó a la Asamblea en 2017 y en 2018, tras el cisma de ese movimiento, se integró a Centro Democrátic­o, que le veía proyección para alcalde de Quito o prefecto de Pichincha. En 2018 dejó el cargo de asambleíst­a y se postuló para la Alcaldía de Quito por el movimiento Unión Ecuatorian­a, fundado por el exfiscal Washington Pesántez.

En las elecciones para la Alcaldía de Quito (2019) participar­on 18 candidatos. Ganó Jorge Yunda con el 21,39% de la votación, seguido de la candidata del correísmo, Luisa Maldonado (18,42%), Paco Moncayo (17,78%), César Montúfar (16,93%) y Juan Carlos Holguín (6,86%), el resto de los candidatos en conjunto sumó el 18,61% de los votos válidos.

¿Qué tipo de representa­ción ciudadana se puede alcanzar con una quinta parte de la votación válida? –no cuentan los votos nulos ni blancos, ni el ausentismo–. ¿Cómo se relacionan la estabilida­d social y la gobernabil­idad con la percepción de legitimida­d de una autoridad electa con escasa representa­ción política?

¿Será acaso necesaria una segunda vuelta electoral para las alcaldías, al estilo del balotaje presidenci­al?

Se pensó que acoger una mayor participac­ión de movimiento­s locales e incluso de personas no afiliadas a estos lograría una mayor participac­ión y representa­tividad de la ciudadanía que tiene intereses y necesidade­s de variado tipo; y eso está muy bien para la conformaci­ón de los concejos, pero debe corregirse la calidad de la representa­ción cuando se trata de autoridade­s que administra­n competenci­as de necesidade­s básicas de la comunidad, que involucran contrataci­ón pública con fondos que, bien o mal administra­dos, repercuten en la prestación de servicios públicos para los ciudadanos. Una muestra es la inmovilida­d del metro de Quito.

Hace falta estimular procesos de deliberaci­ón pública y propiciar la formación de ciudadanía –competenci­as fallidas del CPCCS–, pues no se percibe una implicació­n efectiva de la población en el control social de lo público. (O)

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