Tres retos para Guillermo
Han pasado casi dos meses desde la posesión del presidente Lasso. Hay que reconocer que se ha logrado suficiente en tan poco tiempo. Ser presidente es un cargo muy exigente, y la población siempre está demandando acciones en función de las múltiples necesidades. No es mi intención evaluar la gestión presidencial, pues aún no es el momento, pero como ciudadana y emprendedora me permito, en estas líneas, dejar tres retos para el presidente.
Primer reto: la vacunación masiva debe continuar. Se están logrando cifras impresionantes cada día y, de seguir así, la ambiciosa meta de llegar a 9 millones de vacunados se cumpliría antes de los 100 días propuestos. Estamos entre los líderes mundiales en cuanto a velocidad de vacunación. Esto se debe al trabajo planificado y coordinado no solo desde el sector público, sino también con universidades y gremios empresariales. Se debe continuar con lo que funciona, comunicar asertivamente, y desmontar algunos mitos que prevalecen respecto a efectos negativos o la preferencia de alguna marca de vacuna por sobre otra. La población se debe convencer de que la vacuna ayuda a sobrevivir y que, ante esta vital condición, cualquier marca es apropiada.
Segundo reto: visibilizar a los héroes. Durante los momentos más críticos de la pandemia se resaltó la labor de los médicos que están en la primera línea de atención. Ahora se han sumado a la labor heroica las brigadas de vacunación, y estamos aplaudiendo lo que se está logrando. Lo relacionado al combate contra el virus tiene toda la atención mediática, y está bien, pues hasta hace poco vivíamos azotados por el miedo y la incertidumbre de una amenaza mortal. Pero también hay otros héroes: el emprendedor que se arriesga, el microempresario que no se rinde, y el inversionista que apuesta a que vendrán días mejores. Ellos, con su trabajo y sacrificio sostienen las pocas plazas de empleo. Estoy convencida de que el presidente Lasso, como visionario que siempre fue, encontrará la manera de aliviar todas las deudas y obligaciones públicas y privadas que asumieron muchos empresarios para mantener y sostener su actividad.
Tercer reto: no olvidar la desigualdad. Yo soy muy afín a las reformas que apuntan hacia la libertad económica, es decir, la reducción de impuestos, la apertura comercial, etc. Es el camino óptimo para aumentar el empleo y reducir la pobreza. En ese sentido, hay un tema que está relacionado, pero que pocas veces se trata: la desigualdad. Lo que ocurre en los sectores rurales es dramático: agricultores que viven sumidos en la miseria, criando a sus hijos con carencias de servicios básicos, todo eso pese a que sus productos son comercializados en Europa o Estados Unidos. Esto se da porque, por un lado, los intermediarios no han desarrollado prácticas de responsabilidad social para crecer junto a la comunidad y, por otro lado, los agricultores no tienen la formación ni asesoría en financiamiento para fortalecer su actividad, muchas veces terminan en pérdidas o una sobreoferta de productos. El campo tiene sed, sed de justicia, sed de agradecimiento, si el campo no trabaja la ciudad no come. (O)