Un bono, en el plan contra desnutrición
Tres de cada diez niños sufren desnutrición crónica infantil y la Unicef cree que se requieren $ 155 millones al año para atacar el problema. El régimen busca aliados en GAD y oenegés para plan.
La desnutrición crónica infantil (DCI) no se reduce en Ecuador. El 27,2 % de los niños y niñas menores de dos años tenían bajo peso y talla en el 2018, la última cifra disponible. En 2014 la incidencia era del 24,8 %.
Los especialistas indican que la situación empeoró con la pandemia y ahora el porcentaje llega al 30 %, es decir, uno de cada tres menores de dos años la padecen, lo que deja graves consecuencias para su futuro, dice el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, por sus siglas en inglés).
Los dos gobiernos anteriores ejecutaron estrategias para enfrentar la problemática, pero las políticas públicas al respecto han fracasado y Ecuador es, después de Guatemala, el segundo país de la región con los peores índices de desnutrición crónica infantil.
Juan Enrique Quiñónez, representante de Unicef en el país, dice que erróneamente la DCI se ha percibido solo como un problema de salud pública. “Las estrategias se han enfatizado en lo que puede hacer salud, pero es multicausal, por lo que se requiere de acciones intersectoriales y una clara articulación al más alto nivel político, que haga tomar las decisiones adecuadas”.
Entre las causas está la ausencia de la lactancia materna exclusiva hasta los seis meses de edad y luego complementada con alimentos adecuados. Otro aspecto son las condiciones de la vivienda, por ejemplo, si tiene acceso a agua potable y saneamiento ambiental o posee piso de tierra.
“Una de las principales causas de mortalidad infantil son las enfermedades prevenibles como la diarrea, y esto está vinculado a los temas de saneamiento y agua limpia en los hogares. También está el tema de la vacunación. Perú tuvo éxito cuando entendió que el esquema mínimo de vacunación
en los niños menores de dos años era parte fundamental en la lucha contra la desnutrición crónica infantil. Esto tiene que ver con la asesoría familiar que dé el Gobierno en temas de alimentación, cocimiento adecuado, manejo del agua, por lo que va más allá de la salud pública”. afirma Quiñónez.
Hay que garantizar que los padres tengan acceso a los servicios médicos para los menores de cinco años, como el control constante de la talla, peso y
Las visitas médicas no se hacen con periodicidad, en las zonas más remotas.
vacunación. “El reto es cómo acercar estos servicios de salud a las comunidades. El otro tema es la existencia de las vacunas, en este momento hay déficit y esto se debe resolver”.
La estrategia en Perú incluyó visitas a zonas remotas con servicios de salud que se movían de una comunidad a otra. En ellas se aseguraba que los menores completaran su esquema de vacunación, control de peso y talla y se daban las charlas nutricionales de consejería.
Según cálculos de Unicef, adicional a lo ya asignado, se necesitan aproximadamente 155 millones de dólares al año para combatir la DCI. Esto incluye la inversión en el paquete priorizado del Ministerio de Salud Pública (MSP) y en los servicios de desarrollo infantil del Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES), más la campaña educomunicacional y el piloto de la encuesta anual.
El valor no incluye el costo de la inversión para mejoramiento de la calidad de agua, competencia que recae en los Gobiernos Autónomos Descentralizados (GAD).
María Elisa Herrera, docente e investigadora de la Universidad San Francisco de Quito, dice que el tema de la DCI debe abordarse desde el día uno de gestación en la embarazada. “Hay una teoría del doctor David Barker que se postuló en los años setenta, que explica y demuestra que con la desnutrición intrauterina, es decir, tener un niño que nace con un peso inferior a 3.000 gramos (g), la madre lo que hace es programarlo para una desnutrición en su vida futura”.
El MSP y la estadística oficial tiene como rango los 2.500 g, es decir, todos los que están bajo ese peso tienen DCI en Ecuador. “Pero la evidencia científica dice que entre 2.500 y 3.000 g ya es insuficiente y se tiene un grave riesgo de DCI”.
El tratamiento en las embarazadas, agrega Herrera, es un control regular y una estrategia que les asegure alcanzar un peso saludable. “Al nacer sí se lo puede corregir en los dos primeros años, pero no al 100 %”.
No se ha corregido la DCI desde la raíz del problema, durante la gestación.
El 48,7 % de las embarazadas ecuatorianas son anémicas, no solo que no ganan el suficiente peso sino que tienen una deficiencia de hierro que desarrolló esta patología, es decir, la llegada de oxígeno a ese bebé no es suficiente. “Si no llega en el útero, pues no crece lo suficiente, hay un retraso en el crecimiento intrauterino”, asegura la especialista.
La tasa de embarazo adolescente también influye, añade Herrera, ya que una menor de 15 años tiene más posibilidades de traer un bebé con DCI.
El MSP da hierro profiláctico a las embarazadas sin anemia (65 miligramos al día) y las que ya lo son toman el doble (120 mg). Además, nutrición parenteral (vía inyección). “El protocolo está bien desarrollado, lo que pasa es que llega una gran cantidad de madres con el problema, se satura al sistema de salud y no se pueden atender todos los casos”. Hay que prevenir con una ingesta adecuada de hierro en las mujeres en edad fértil (15-49 años).
También falta una guía. “Las que tomen, sus heces se pondrán color negro sangre, pero es la coloración de la suplementación con hierro, es normal, habrá estreñimiento y tras dos semanas tendrá un sabor metálico. Si se educa, pues sabrán eso y no dejarán de tomar”.
Una de las consecuencias es que la DCI lleva a un círculo vicioso, que termina con un menor coeficiente intelectual, lo que condiciona el acceso al trabajo, por ejemplo. De ahí los estudios que determinan la dificultad de salir de la pobreza a los que padecieron de DCI. (I)