Bailes caribeños
El asesinato del presidente de Haití y las masivas protestas en Cuba dejaron al descubierto las graves realidades de ambos países, aquellas que sus gobernantes pretenden ocultar y en gran medida justificar. La más evidente es la pobreza que afecta a la mayoría de sus habitantes. Más allá de los factores vinculados a la baja disponibilidad de recursos naturales, que cada vez tiene menos importancia para el bienestar de los pueblos, las causas de fondo se encuentran en los regímenes políticos establecidos en cada uno de ellos. En ninguno de los dos existe el Estado entendido como el entramado legal e institucional que surge desde la ciudadanía, que responde a las necesidades de esta y que proporciona orden y seguridad. Haití es un claro ejemplo de Estado fallido, en el que la sociedad está obligada a escoger entre ser víctima o victimaria de la violencia generalizada. Las reglas para el poder político son prácticamente inexistentes y han sido reemplazadas por la actividad de mafias de diversos tipos. En Cuba hay un aparato estatal fuerte, todopoderoso, fundido con el partido único, que no responde a la voluntad ciudadana y predomina sobre esta. La sociedad está silenciada desde hace 62 años.
Como era previsible, la atención de la opinión pública se ha concentrado mayoritariamente en el caso cubano y solo ha dado una mirada lateral a la gravísima situación haitiana. La situación caótica de Haití no atrae a los analistas políticos, mientras Cuba es objeto permanente del debate entre socialismo (o comunismo) y capitalismo, así como entre dictadura y democracia. Esa discusión ha acompañado al proceso vivido desde el triunfo de la revolución castrista y lo
La atención de la opinión pública se ha concentrado mayoritariamente en el caso cubano...
seguirá acompañando por mucho tiempo, incluso en el caso de que cayera el régimen imperante. Es una controversia que está atravesada por muchos mitos e imprecisiones en el manejo de los conceptos y en la manera en que se manejan las controversias.
La principal de esas imprecisiones es la que cometen los defensores del régimen cubano cuando lo califican de democracia. Sostienen que es una forma particular de esta, como lo hicieron con la Unión Soviética y las dictaduras de su órbita, que en varios casos adoptaron el nombre de repúblicas democráticas. Al final, se termina calificando como democracia a cualquier régimen, lo que le quita utilidad al término y se pierde la posibilidad de comprender su verdadera naturaleza. Para evitar eso se debe comenzar por la contraposición de esos regímenes con los elementos básicos de la democracia (Estado de derecho, libertades políticas, elecciones libres, limpias, competitivas, efectivas y frecuentes, división, control y balance de poderes, control a los mandatarios por parte de los ciudadanos). La respuesta en todos esos componentes es claramente negativa.
Otra imprecisión consiste en responder a las críticas con lo que la historiadora Anne Applebaum llama whataboutism, que equivale a el tuyo es peor, tan usual y poco efectivo para zanjar una discusión. Cualquier cuestionamiento al régimen cubano es devuelto con un rápido raquetazo de pingpong, como que la mala o peor situación de otro país le convirtiera automáticamente en positivo. Más beneficioso para sus fines sería aceptar las carencias y los vacíos en lugar de entrar en ese baile caribeño. Convendría mirarse en el espejo de Haití. (O)