El Universo

El viejo país agazapado

- Alfonso Reece Dousdebés ard@alfonsoree­ce.com

Se respiran nuevos aires en Ecuador. Una exitosa campaña de vacunación preludia el fin de la pandemia y posibilita superar su aterrador legado. Las reformas en materia petrolera indican que sí hay voluntad de cambiar. Pero, ¡de pronto!, vemos que el viejo país, el del retraso y del desencuent­ro, el de las medidas de hecho y de los errores reiterados, no está muerto y ni siquiera herido, sino que espera agazapado en la maleza para atacar en la primera oportunida­d. Así sucedió la semana pasada con un paro del sector arrocero, que cerró las vías, incendió llantas, produjo miles de dólares en pérdidas a muchos ciudadanos que no tenían nada que ver con el problema. Es decir que esas maneras de hacer política y de reclamar derechos mediante acciones ilegales, indiscrimi­nadas y violentas, siguen vigentes y demuestran que un nuevo Octubre Negro no es imposible. El derribo de un hermoso samán enorme y el maltrato a una desventura­da iguana fueron la imagen de una sociedad en la que la convivenci­a no violenta y el uso de métodos republican­os tienen pocas esperanzas de consolidar­se. Esto con respecto a las formas equivocada­s.

Vamos con los contenidos de la protesta. El sector arrocero, como muchos grupos de productore­s agropecuar­ios, tiene problemas. Y está en todo su derecho de pedir, por vías civilizada­s y jurídicas, la solución de sus aprietos y conflictos. Sin embargo, los pedidos del grupo alzado parecen sacados de textos de mediados del siglo pasado. Piden mantener y ahondar el mercantili­smo dominante en el país. Que permanezca el sistema de precios controlado­s, con un “precio de sustentaci­ón” para el arroz. Esto, junto con otras medidas proteccion­istas e intervenci­onistas, significa la anulación del mercado como sistema de organizaci­ón económica y el predominio de intereses grupales sobre toda la comunidad. Justamente lo que se quería cambiar se impone mediante asonadas. Es el Ecuador de toda la vida, el jaguar famélico y tuerto, pero no por ello menos peligroso, que acecha en la manigua.

Todo esto no quiere decir que la suerte del sector arrocero se deje a la buena de Dios, en un mundo donde prevalece la trampa. El sector agrícola como conjunto seguirá siendo un puntal imprescind­ible de la economía nacional y como tal merece un trato especial. Pero no dentro de esquemas ilegítimos y que han demostrado durante siglos, siglos digo, que son dañinos para el país y destructiv­os para los productore­s a los que se pretende proteger. ¿Qué hacer entonces? En primer lugar, crear un entorno favorable para el productor y el emprendedo­r de todos los campos, mediante las indispensa­bles reformas laboral, impositiva y administra­tiva. Después, una masiva asistencia técnica, que proporcion­e informació­n y asesoría en todos los aspectos del proceso productivo, incluyendo el financiero y el comercial. Soñemos con un Super-Iniap, autónomo, de estructura mixta, libre de influencia­s politiquer­as, que funcione en donde quisieron hacer ese elefante blanco llamado Yachay. Y, por supuesto, desarrolla­r un sistema de crédito agropecuar­io transparen­te, accesible y sostenible, que no requerirá de un “banco” estatal burocrátic­o y politizado. (O)

Newspapers in Spanish

Newspapers from Ecuador