Mujeres del alma mía
Imagine en su mente esta imagen, tener que entregar a su pequeña hija o nieta a una persona que únicamente lo que sabe de él es que es un militar y que tiene un apellido que con suerte lo sabe pronunciar, imagine a su hija, ella, la que sale por la puerta con ansias de conquistar el mundo con sus estudios, encerrada en casa, y si puede salir lo hace con una tela que la cubre toda sin poder disfrutar del sol, del viento, de una sonrisa amable, imagínese al amor de su vida lapidada públicamente por alguna consideración extraña de un “mal comportamiento”.
Imagínese usted sentado frente a su televisor viendo cómo arde el mundo, repitiéndose en la mente “menos mal arde por otro lado”, sin darse cuenta de que la que realmente arde es la mecha de una bomba que explotará al mundo donde usted y yo habitamos.
Nuestros hábitos y costumbres, creencias y derechos forman parte de una huella de identidad única en el mundo.
Sin embargo, cuando esta huella de identidad atropella toda sensatez, cuando el fanatismo endemoniado se toma la cordura y pone de rodillas al ser humano, nuestro deber primordial es levantar la voz, gritar, exigir, incomodar, y romper cadenas.
Sin embargo, es tan complejo inspirarse para tomar la lucha de bandera por mujeres en otro país cuando en nuestro propio país, un Pella-fustan, perdón, un pelafustán cualquiera toma su derecho a ser un perfecto idiota (sí, también tenemos ese derecho) y cobardemente incita al odio a una lucha social histórica, se burla (no sé qué hace un comediante ejerciendo su profesión, emitiendo criterios de algo tan serio), las invita a que enfrenten a la muerte, canta su himno de lucha con desdén pidiendo acribillamiento.
Pero eso no es lo preocupante, lo preocupante es tanto machito que concuerda con sus odios y frustraciones.
Definitivamente lo que preocupa es tener nuestros propios talibanes escupiendo todo su odio en redes sociales.
A ustedes, “mujeres del alma mía”, gracias por ofrecer al mundo una visión distinta, gracias por sus gritos, por sus luchas, por la entrega y pasión.
Un muro se vuelve a pintar, una víctima de feminicidio no se vuelve a
Gracias por pedir libertad, por pedir equidad, por obligarnos a desaprender lo que creemos que nos es un derecho.
levantar; una ventana rota se vuelve a poner, una mujer violada no se puede reconstruir; un monumento de algún colonizador se lava, las heridas de una mujer no.
Gracias por pedir libertad, por pedir equidad, por obligarnos a desaprender lo que por una construcción social creemos que nos es un derecho.
Gracias por no bajar la guardia, por no permitir que les digan qué hacer, por dar sentido al humano y no al derecho, por realmente mostrar que la debilidad es la debilidad mental de aquellos que creen que por ser machos pueden decir qué está bien, qué está mal, cómo deben protestar.
Porque para aquellos que ejercen su derecho a la idiotez, solo los podemos tratar como un acto circense de mal gusto, solo los debemos llamar por su nombre, un pelafustán cualquiera. (O)