Los antivacuna y su llamada ‘libertad’ para contagiarnos, dinámica en varios países
Desde Argentina hacen un análisis y comparación entre lo sucedido hace décadas con el fascismo y los movimientos que se oponen actualmente a las campañas de inoculación.
En plena pandemia, Jair Bolsonaro, así como Donald Trump, ha buscado beneficiarse políticamente negando la ciencia y promoviendo el avance de la enfermedad. Pero en Austria, los antivacuna han ido más allá.
Tienen su partido y recientemente ganaron escaños en el parlamento regional, lo que entra en un fenómeno más amplio: la politización extremista de la enfermedad. El objetivo central de este nuevo partido es la oposición a la campaña de vacunación del Gobierno austriaco y el rechazo a las nuevas restricciones, por las que se
Políticas y mentiras beneficiaron propagación de la pandemia.
requiere prueba de inoculación para ingresar a restaurantes y otros espacios cerrados.
A nivel global, el movimiento antivacuna está compuesto por un grupo muy ecléctico de personas atraídas por el miedo, desde padres que se piensan progresistas y consideran que junto con sus hijos viven vidas saludables, por lo que no enfermarán, hasta grupos de extrema derecha cuya paranoia los lleva a fantasear con conspiraciones de Gobiernos, de magnates y de la industria farmacéutica.
En el caso austriaco, es un partido minoritario que reclama lo mismo que los antivacuna a nivel global: libertad y derecho para contagiarse y, por ende, contagiarnos. Como señala el Financial Times, este efecto menor puede tener repercusiones mayores en el futuro. Austria es, además, el país que primero nos regaló a Adolf Hitler, y luego, a fines del siglo pasado, a Jörg Haider, uno de los primeros populistas de extrema derecha, que llegó al poder en una coalición de Gobierno en el año 2000, cuando la cercanía al fascismo era algo tóxico. Hoy el contexto es muy distinto.
Líderes como Donald Trump y su discípulo Jair Bolsonaro son claramente pro-COVID en el sentido de que sus políticas y mentiras beneficiaron la propagación de la pandemia, primero en sus países y luego a nivel global. Hacen política con el COVID-19, pero también tienen otras prioridades antidemocráticas en su agenda. A saber: negar resultados electorales, fomentar la xenofobia, militarizar la política, reprimir y victimizar minorías, inmigrantes y periodistas, planificar autogolpes pasados y futuros, y sobre todo, tratar de no ir a la cárcel por las sospechas de ilícitos y corrupción.
Los nazis dejaron de vacunar con el propósito de fomentar la enfermedad y la muerte entre los ajenos, no con los propios. En esto sus herederos se diferencian: promueven entre sus seguidores la desinformación sobre la vacunación y las mentiras sobre las medidas sanitarias y formas de contagio, lo cual ha provocado una mayor incidencia de muertes entre sus propios seguidores.
De las lecciones que ha dejado la pandemia, las metáforas de la enfermedad y la ignorancia de la ciencia son preocupantes.
Y es que quienes hablan de libertad como licencia para contagiar al resto de la sociedad son en realidad sus mayores enemigos. (O)