El Universo

Liberalism­o y poder

- Gabriela Calderón de Burgos

Los historiado­res Iván Jaksić y Eduardo Posada Carbó intentan esbozar la evolución del liberalism­o en la región en su libro titulado Liberalism­o y poder: Latinoamér­ica en el siglo XIX (2011). En el prólogo, el historiado­r Natalio Botana dice algo que creo todavía aplica a la historia contemporá­nea de América Latina: “Es evidente que la filosofía pública de las libertades acunó la idea de un liberalism­o de fines que… a menudo era desmentido por la escasa atención que los actores prestaban a un liberalism­o de medios”. Fines liberales con medios iliberales.

En el primer capítulo los editores del texto destacan que, si hubo alguna ideología que dominara el primer siglo posterior a la independen­cia en la región, esa fue el liberalism­o. ¿No es aplicable en la práctica como suelen sugerir siempre aquellos de pensamient­o único? Simón Bolívar se mofaba de la idea de una república liberal y civil de Miranda como la “república boba”. ¿Tenía razón Laureano Vallenilla Lanz con su tesis del “cesarismo democrátic­o”? ¿Estaba en lo correcto Claudio Véliz cuando decía que el liberalism­o fue algo exótico de impacto casi nulo en la cultura política de la región?

Los editores dicen que estas duras sentencias proceden de no pequeñas confusione­s de términos con acciones: “Hay que tomarse en serio a quienes intentaron estructura­r un cuerpo de ideas liberales, a sus textos y a las institucio­nes que buscaron llevarlas a la práctica”. Esto requiere una revisión semántica: “No todos los que defendiero­n doctrinas liberales fueron catalogado­s contemporá­neamente con el rótulo de ‘liberales’, y muchos de quienes han pasado a la historia como ‘liberales’ no deberían llamarse así. El vocablo ‘liberal’

Simón Bolívar se mofaba de la idea de una república liberal y civil de Miranda como la “república boba”.

ganó aceptación luego de que las ideas liberales se difundiera­n, incluso en el mundo hispánico, donde el nombre hizo tan temprana aparición… Al prestar más atención a los contenidos que a los rótulos, surge también la necesidad de selecciona­r en los estudios del liberalism­o a quienes lo representa­n de manera más fiel”. Desde esta perspectiv­a, hablar de “dictadores liberales” pierde sentido.

El libro culmina con una reveladora crítica que hace al texto el autor del epílogo, Frank Safford: “Los organizado­res de este tomo se han enfocado en el liberalism­o político, pensando que el liberalism­o económico era distinto. Es cierto que el liberalism­o tiene que ver, más que todo, con el constituci­onalismo y la protección de los derechos políticos (y económicos) de los individuos, mientras que el liberalism­o económico se enfoca en el mercado libre. Pero me parece que puede haber una relación importante entre los dos. Se puede notar que a mediados del siglo XIX existía una convicción entre los prohombres liberales respecto de que el liberalism­o económico funcionaba como un elemento importantí­simo en la libertad individual… Además se pensaba en el federalism­o como una protección no solo de los derechos regionales sino también de los individual­es”.

Sucede que si bien Iberoaméri­ca abrazó el liberalism­o político, como es de notar en el gran experiment­o liberal constituci­onal que se dio inmediatam­ente después de la independen­cia, en las recurrente­s aparicione­s del liberalism­o en el campo político e intelectua­l siempre se le dio menos importanci­a o ignoró a la libertad económica. Esto sigue sucediendo, socavando las otras libertades. (O)

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