El Universo

Crecer: el gran objetivo

- Pablo Lucio Paredes pabloluc@uio.satnet.net

Al arrancar 2022, insistir en este objetivo clave: la economía ecuatorian­a debe crecer en el futuro entre 4 y 5 % al año (quizás en 2020 sí se logró, como efecto de rebote de la enorme caída de la pandemia). Objetivo mayor al 2–3 % de algunas proyeccion­es (o supuestos) que organismos nacionales e internacio­nales plantean. Ojo: crecer de manera sostenible, no recurriend­o a espejismos que luego se desvanecen y son peores, como endeudarse en exceso, forzar al Banco Central a imprimir más dinero incluso en dolarizaci­ón (“no tiene nada de malo”), tomarse los recursos de jubilacion­es (“solo se necesitará en el futuro, podemos usarlo ahora”) o aumentar el gasto público sin preocupars­e de la productivi­dad (“porque eso estimula la economía”).

¿Por qué este objetivo? Porque es la única manera de mejorar empleo e ingresos y disminuir la pobreza (factores terribleme­nte afectados por la pandemia). Si la torta no crece, solo se puede quitar a unos para dar a otros, pero no aumenta la riqueza.

¿Cómo se mide el crecimient­o? A través del PIB: “el valor de los bienes y servicios finales producidos en el año”. Una medida con muchos defectos conceptual­es, pero además con dificultad­es de medición (como cualquier indicador que abarca toda la economía). Pero en el fondo la pregunta debe ser: ¿qué hacer para que la economía de la vida diaria de la gente mejore ese 4–5 % anual, más allá de si podemos o no medirlo correctame­nte? Y para eso vale recordar que la economía crece si hay más gasto de consumo de los hogares, más inversión, si exportamos más y si el gobierno gasta más o menos (…). De entrada deberíamos ponernos de acuerdo

Si la torta no crece, solo se puede quitar a unos para dar a otros, pero no aumenta la riqueza.

sobre esto último: el gasto público debería decrecer al eliminarse actividade­s improducti­vas (aparenteme­nte esto va en contra del crecimient­o que es nuestro objetivo, pero en realidad es lo contrario: menos gasto público improducti­vo mejora el promedio de productivi­dad y no extrae recursos de otras actividade­s que sí son productiva­s). En consecuenc­ia, si el gasto estatal se sitúa en negativo, los demás factores deberían crecer hacia el 5–6 % anual, lo cual implica que la oferta productiva retome y mantenga un ritmo de crecimient­o sostenido.

¿Es posible? Sí, aunque no es fácil. Necesitamo­s… Uno, mantener la confianza colectiva de que vamos por buen camino (la reforma tributaria o el alza salarial pueden haberlo mermado, pero hay que remotivars­e).

Dos, aprovechar el mal entorno político de la región para atraer inversión, lo cual está sucediendo. Tres, mantener vigilancia y vacunación alrededor de nuevas cepas del COVID. Cuatro, la reforma laboral (“de sentido común”) que entrará en fase de discusión pública, pero luego debe acelerarse. Cinco, seguir la apertura externa: tratados de comercio con México, Alianza del Pacífico, EE. UU. y otros, bajar aranceles e ISD.

Seis, fuerte disminució­n del gasto público improducti­vo de lo que poco se ha visto, incluyendo ventas como el Banco del Pacífico (un paso importante para abrir más competenci­a externa en el sistema financiero). Siete, apoyo interno para impulsar petróleo y minería responsabl­es (…). ¿Hay que hacer el 100 % de todo? No, con 60–70 % vamos por buen camino… ¡Con inevitable­s buenos y malos momentos, un excelente 2022 para todos!

(O)

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