El Universo

Ni uno ni otro

- Mónica Varea monica.varea@rayuela.ec

La Clínica del Seguro de Latacunga era de una nitidez total. Ubicada frente a la iglesia de San Agustín, al lado del almacén de la Marujita Espinosa y diagonal a la tienda nueva, era el paso obligado para ir y volver del colegio. Su moderno edificio construido quizá en los años sesenta, o tal vez antes, era un referente para la ciudad. A mí me parecía hermoso por dentro y por fuera. El tono pastel de sus paredes y encontrar a papá, yendo y viniendo con su blanco mandil y su estetoscop­io al cuello, me fascinaban. Durante dos veranos yo trabajé en la farmacia, papá nunca se enteró porque me contrataro­n la Shulita Enríquez y la Michita Viteri, ellas eran amas y señoras de la farmacia, el director, el Dr. Marquito Varea, no tocaba ningún pito en esa área. Yo llegaba con el delantal del colegio y me ponía manos a la obra, a cortar funditas de papel. Según decían, de Quito mandaban unas fundas muy grandes para la cantidad de pastillas que se entregaba, entonces las cortábamos por la mitad, les doblábamos el filo y pegábamos con engrudo. De cada funda se sacaban dos, el ahorro era considerab­le. (No éramos nuevos ricos, petroleros, botarates).

Alberto me cuenta que lo operarán en el hospital Carlos Andrade Marín del Instituto Ecuatorian­o de Seguridad Social (IESS), pero que no hay los insumos, que una amigui le dijo que tiene que comprársel­os él y que cuestan dos mil quinientos dólares. Solicita por redes sociales y gracias a la solidarida­d de muchos reúne el dinero. Va donde el médico, le cuenta que ya consiguió la plata y el médico le dice que él no está al tanto de que no haya insumos, que el día asignado lo operará. Está nervioso. Le cuenta a la amigui y ella insiste: Eso dicen los médicos, pero verás que el rato preciso no te operan por falta de insumos. Su diagnóstic­o no es bueno, no quiere esperar, tiene miedo, paga por los insumos no sabe a quién. Le operan, todo sale bien, el pronóstico cambia, está tranquilo y feliz, al igual que todos los que le queremos.

¿Hubo o no hubo insumos? ¿Le operaron con sus insumos o con los del IESS? ¿Quién vende los insumos que escasean? ¿Por qué la amigui tiene este contacto? Lo público no tiene componte, que privaticen el Instituto Ecuatorian­o de Seguridad Social ¡ya!

Azucena ha aportado a la compañía de salud privada durante veintisiet­e años, nueve meses y catorce días, según reza en el presupuest­o de su operación. En más de una ocasión le sugerí cobrar al seguro sus gastos médicos.

¿Al cabo de casi veintiocho años de pagar con puntualida­d la cuota de afiliación le cubren tan solo el 43 %?

No, mi seguro es solo para cosas graves, no voy a cobrar chequeos de rutina, repetía. Minuciosa como es solicita a la asegurador­a el pago de la operación de cataratas que le realizarán en unos días. La respuesta que recibe la deja helada. Le cubrirán apenas el 43 % del costo de los honorarios, insumos, hospital del día, etcétera. ¿En serio? ¿Al cabo de casi veintiocho años de pagar con puntualida­d la cuota de afiliación le cubren tan solo el 43 %? ¿Para qué diablos uno paga una fuerte suma de dinero, si el rato preciso le dicen turururu? ¿La salud es un negocio tan descarnado como otro cualquiera? Lo privado no tiene componte.

Y así seguimos, entre lo malo y lo peor, entre la corrupción y el abuso, entre la ira y la indignació­n. (O)

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