El Universo

¿Está naciendo una nueva agricultur­a?

- Fernando Navia Gallardo

Nuevos cultivos están renovando el paisaje de los campos del Ecuador. En búsqueda de rentabilid­ades superiores a las rendidas por la actual oferta agrícola y con mayor control sobre las variables clave para su éxito, una nueva generación de productore­s agrícolas parece surgir. ¿Es solo una nueva canasta de productos no tradiciona­les? ¿Estamos ante una nueva estrategia de negocios capaz de influir en la realidad agrícola nacional?

Dada su alta inversión por hectárea, estos cultivos representa­n una pequeña, pero creciente superficie sembrada. La pitahaya debe ocupar algo más de tres mil hectáreas en Morona Santiago, Manabí, Guayas,

Santo Domingo y El Oro. Conozco cultivos muy bien logrados de arándano en Pichincha, Santa Elena y Manabí que totalizan cerca de cien hectáreas. Mientras tanto, en Napo, Santo Domingo y Manabí existen no menos de 80 has de vainilla, 30 de ellas en alta densidad. Además, Santa Elena cuenta con viñedos y el inicio esperanzad­or del primer cultivo de dátiles en el país.

Los modelos de producción dejan enseñanzas. El paradigma común de estos cultivos es la alta y creciente productivi­dad por hectárea. Los emprendedo­res más preparados tienen acceso a informació­n clave, recursos financiero­s, tecnología y mercados, adoptando y generaliza­ndo estándares exigentes en sus operacione­s. A mayor inversión por hectárea es más frecuente el uso de bases de datos y sistemas de informació­n para tomar decisiones de cultivo y comerciali­zación. La cadena de comercio gana eficiencia­s rápidament­e, pues

“Lo público” debe formalizar y transparen­tar los canales de comercio agrícola opacos de la intermedia­ción.

ante exportador­es/consolidad­ores, nacen integracio­nes hacia delante de productore­s que consolidan, distribuye­n y/o exportan. Los exportador­es pretenden ser comerciali­zadores internacio­nales desde el inicio, entablando relaciones de largo plazo, directas y profundas con clientes de alto potencial, en lugar de comenzar como embarcador­es de productos, lo cual ha sido caracterís­tico en la evolución de nuestras cadenas exportador­as.

¿Es posible que el pequeño productor de maíz, arroz o cereales andinos replique estas prácticas? Claro, si por fin aprendiéra­mos a procurarle las capacidade­s críticas que caracteriz­an al emprendedo­r aquí descrito. Primero, formación e informació­n oportuna y valiosa, lo cual es hoy factible gracias a la tecnología y al capital humano disponible. Luego, acceso a inversión y financiami­ento, articuland­o a la banca, proveedore­s y clientes. Además, informació­n y contacto comercial con compradore­s de alto potencial. Al mismo tiempo, “lo público” debe formalizar y transparen­tar los canales de comercio agrícola, en estos casos capturados por opacos modelos de intermedia­ción. Para lograrlo, es indispensa­ble la prestación privada en servicios a las cadenas, bajo rectoría de “lo público”.

Que crezca la cartera y el impacto de estos cultivos intensivos y el éxito de sus emprendedo­res. Que el Gobierno los deje operar bajo la lógica de mercados que hoy rige su dinámica competitiv­a. Que el caso sirva para generar la política pública que guíe la construcci­ón de capacidade­s y el acceso a recursos en los productore­s más vulnerable­s. (O)

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