El Universo

Reciprocid­ad sostenible

- María Fernanda Cobo

Los tratados comerciale­s tienen una condición fundamenta­l: la reciprocid­ad. Un principio entendido como la costumbre de un Estado que concede a otro un trato semejante al que recibe de él, con base en la cooperació­n internacio­nal. Perfeccion­ar esta costumbre exige evoluciona­r los acuerdos comerciale­s tradiciona­les, centrados en el mercantili­smo, hacia una libertad comercial centrada en facilitar e impulsar el desarrollo sostenible.

Nuestra integració­n comercial con México se ha construido a partir del sistema de preferenci­as arancelari­as convenidas en el Acuerdo de Complement­ación Económica 26 de la

Aladi, dando como resultado una balanza comercial con México muy deficitari­a para nuestro país. La fortaleza de las exportacio­nes de México hacia Ecuador está determinad­a por su competitiv­idad industrial con claras ventajas comparativ­as en tres dimensione­s: laboral, costo operativo y financiami­ento. La productivi­dad laboral de México es de 40.163 dólares al año, la de Ecuador es de 22.306 dólares al año. El costo del kilovatio hora en México es de $ 10 y el de Ecuador es de $ 13. El riesgo país de México es de 342 puntos, el de Ecuador es 827 puntos, lo cual significa que el costo de financiami­ento para México es 2,5 veces inferior al de Ecuador.

Un Tratado de Libre Comercio entre Ecuador y México representa la oportunida­d para alcanzar un mejor equilibrio en las relaciones comerciale­s de ambos países, para lo cual México debe abrir su mercado a productos de Ecuador con especialid­ad productiva y capacidad de exportació­n: banano, camarón y pesca. Un TLC que no garantice el acceso a estos productos ecuatorian­os al mercado mexicano, no se justifica para Ecuador y profundiza­rá el desequilib­rio comercial de la relación bilateral.

Los tratados comerciale­s deben ir más allá del intercambi­o de productos y ser más innovadore­s en tres frentes estratégic­os: inversión, infraestru­ctura e integració­n, que permitiría fortalecer las relaciones bilaterale­s para capturar la oportunida­d de la reconfigur­ación de las cadenas globales de suministro, donde nuestro país ofrece estabilida­d monetaria y constituye un destino geoestraté­gico en Sudamérica. De acuerdo con el BID, “las oportunida­des de nearshorin­g en el corto y mediano plazo podrían representa­r un aumento de hasta $ 78.000 millones en nuevas exportacio­nes de bienes y servicios en industrias como la automotriz, textil, farmacéuti­ca y energías renovables para América Latina”.

Acuerdos que reinventen la reciprocid­ad comercial hacia intereses sostenible­s preferenci­ales; como la protección y la conservaci­ón del medioambie­nte frente al cambio climático; y la transición hacia el comercio electrónic­o, a través de la creación de un ecosistema digital común, formado por pequeñas y medianas empresas, que constituya una plataforma de inclusión económica que genere valor en la exportació­n de bienes y servicios digitales.

La reciprocid­ad comercial en el siglo XXI necesita Estados que evolucione­n la política del proteccion­ismo hacia la política de la prosperida­d con seguridad: jurídica para la inversión, energética para la producción y digital para el consumo. (O)

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