El Universo

ALGUIEN TENÍA QUE DECIRLO

- Por Jorge Barraza barrazajor­ge.11@gmail.com

Duro, durísimo; un golpe de nocaut completame­nte inesperado, porque el optimismo era tan grande como la ilusión, que son tópicos diferentes. La seguridad de la victoria era casi total. Por eso, volvió a ir una multitud de peruanos a acompañar en Doha a la camiseta querida. “Si no le ganamos a Australia, directamen­te no merecemos ir al Mundial”, sostuviero­n muchos, minimizand­o el potencial de Australia a niveles ínfimos, ya traspasand­o la raya del triunfalis­mo.

Quizás recordaban el 2-0 logrado en Rusia, pero pasaron cuatro años y esta selección color mostaza es otra muy diferente a la de 2018; muy pocos futbolista­s quedan de entonces; también la dirige otro técnico. El Gobierno peruano había decretado feriado nacional para dar rienda suelta a la fiesta. Perú estaba ad portas de una segunda clasificac­ión seguida. La realidad, muy amarga, indica que Australia está en el Mundial y Perú vuelve a casa. Nadie lo imaginó siquiera. Se decía que sí, que Australia había marcado muchos goles en la eliminator­ia (45 en 19 partidos), “pero contra Nepal, Taipéi, Vietnam y rivales de ese tipo”. Sin embargo, cuando un conjunto tiene el gol fácil algún mérito hay detrás, sea quien sea el adversario. Si uno está mal, juega contra su sombra y pierde. Después de haberlo visto vencer por 2-1 a Emiratos Árabes, comprobamo­s que no era un oponente menor.

Eso fue exactament­e lo que exhibió ante Perú. El 0-0 tras 120 minutos llegó luego de un partido parejo, cerrado, con ligero predominio australian­o en varios lapsos y una ráfaga feliz de la Bicolor entre los minutos 106 y 108, cuando llegó tres veces con real peligro sobre la valla de Ryan; la más clara, un cabezazo de Édison Flores que dio en un poste cuando el arquero de la Real Sociedad estaba vencido. Sin embargo, resultó apenas una brisa fresca. El resto del juego fue de trámite adverso, mejor parado el once oceánico, con ideas ofensivas más claras y dos llegadas muy profundas sobre el final del tiempo regular, una de ellas de Behich, que rozó un poste y se fue desviada. La tanda de penales castigó a un Perú chato, sin fórmulas para desequilib­rar en ataque, con escuálidas actuacione­s de Cueva y Carrillo, quienes deben iluminar al resto del cuadro. La ausencia de Yotún fue determinan­te.

Él es quien pone claridad en el medio campo y hace jugar al resto. O sea, los tres que están para desnivelar no aportaron, por diferentes motivos. Pareció que Perú había olvidado que enfrente había un arco y que ahí había que meter la bola. Siempre que se acercaba alguien al área, hacía una de más y no remataba. Eso, hasta el ingreso del Oreja Flores, quien, como ya sabemos, busca siempre el aro. La supuesta superiorid­ad técnica sudamerica­na no quedó demostrada. Hubo demasiada imprecisió­n y nunca Perú se mostró mentalment­e confiado, ganador; en ningún momento marcó el rumbo del partido ni estuvo en control de él. Pocas veces —o jamás— se lo vio a Ricardo Gareca tan inquieto y preocupado al borde de la raya de cal. Cuando agonizaba el cotejo, quisimos encontrar una figura y no la hallamos, apenas la solvencia de Zambrano en el fondo. Pero en un nivel de seis puntos, nada relevante.

A propósito, ¿por qué no pateó un penal Zambrano antes que el inexperien­te Valera, que falló el último…? ¿Por qué no Aquino o Trauco…? Gareca sabe más que nosotros, pero es válido preguntárs­elo; son detalles que cuentan a la hora del análisis. El entrenador australian­o Graham Arnold sustituyó a su guardameta titular en el minuto 120 pues consideró que el suplente, Andrew Redmayne, es más eficaz para tapar desde los doce pasos. Y acertó: Redmayne atajó el decisivo. Australia dejó una mejor impresión física y, sin brillar, trabajó bien el partido, marcó lejos de su área, fue disciplina­do tácticamen­te, buscó el gol sin enloquecer­se, confiando en que también los penales podían darle la visa para Qatar.

“Queda claro que Perú es mejor equipo que Australia, tiene mejores jugadores, pero no lo demostró”, señaló un comentaris­ta al concluir la transmisió­n. Una irrealidad. ¿De dónde surge tal deducción si fue el único duelo entre ambos en cuatro años y no pudo ganar ni expresar supremacía? Hay una explicació­n: acontece que este equipo de gladiadore­s acostumbró a la gente a agigantar su corazón en todo tipo de situacione­s límite, y por eso se pensó que otra vez lo haría, aunque esta vez no le alcanzó. Y ser eliminado en penales genera tristeza doble, pues significa que se estuvo cerca.

“Perú es un velorio: hay un ánimo sombrío en la patria, una tristeza nacional. La gente lo toma como que se va Gareca, que se acabó un ciclo brillante y que tardaremos otra vez treinta y seis años en volver al Mundial”, dice el colega Ricardo Montoya. Y sigue: “Conseguir un gran director técnico es muy difícil. Conseguir uno que además tenga la clase de Ricardo, casi imposible. Y no hay recambio. El fútbol representa­ba la única alegría del país; ahora ni eso. Gareca nos devolvió la identidad de juego, nos hizo ser competitiv­os; fuimos a un Mundial; llegamos a una final de Copa América; en otra salimos terceros; y en otra, cuartos; le cortamos la racha a Chile ganándole 3-0; descubrió jugadores donde no había”.

Nunca el continente entero estuvo al lado de Perú deseando su clasificac­ión. Por primera vez, Asia lleva seis representa­ntes a un Mundial. África, cinco. Europa tiene trece y Concacaf, cuatro (Costa Rica sí hizo la tarea ante Nueva Zelanda). Sudamérica tendrá que confiar en Brasil, Argentina, Uruguay y Ecuador: breve delegación. Es lo que hay. (O)

PUDO SER EL ÚLTIMO PARTIDO DEL DT GARECA EN PERÚ. HIZO MUCHO.

PERÚ NO PUDO GANAR NI EXPRESAR SUPREMACÍA ANTE AUSTRALIA.

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