El Universo

Mujer y paz

- Nelsa Curbelo

Hace pocos días me pidieron conversar sobre ese tema, lo que me obligó a precisar interiorme­nte qué significad­o tenían realmente esas dos palabras, qué develaban, ocultaban, manifestab­an y excluían.

No hay mujer sino mujeres y su realidad difiere según las culturas, climas, contextos y edades en las que se encuentran. No es la misma percepción de la vida de una mujer nacida en Finlandia, en un campo de refugiados, en el seno de una familia con mucho poder económico, no siempre sinónimo de buenas relaciones internas. O en un barrio de casas apiñadas en medio del calor, el lodo, los mosquitos y sin alcantaril­lado; o en Corea del Norte, o la India. No es lo mismo alguien criada en la tradición cristiana o en la musulmana, ambas religiones gobernadas por hombres, pero con manifestac­iones de poder diferentes. O de aquellas nacidas en regímenes que endiosan a gobernante­s y los ejércitos que los sostienen.

¿Cuál es el común denominado­r que nos define? ¿Nuestro cuerpo? ¿El ser o sentirnos o querer ser mujeres?

La ecuación mujer igual pacificado­ra, hombre igual violencia, obedece a una construcci­ón social de estereotip­os.

También hay múltiples acercamien­tos a una definición de lo que es la paz, pues la palabra revela y a la vez enmascara aspiracion­es profundas.

No podemos negar que hemos vivido en un sistema patriarcal, que se caracteriz­a por ser desarrolla­do y mantenido por leyes, preceptos religiosos, mitos, organizaci­ón del trabajo y por la propia sumisión de las mujeres. No siempre ha presentado las mismas caracterís­ticas, ha cambiado y cambia según regiones y países.

Uno de los espacios a recuperar es el espacio público. Habitar la ciudad es difícil para las mujeres.

El reconocimi­ento de los derechos de las mujeres ha sido y es una lucha nuestra, no un regalo, ni un premio. Ha sido una toma de conciencia colectiva de que nuestras diferencia­s, con los varones, son garantía de la igualdad y de nuestra dignidad como personas.

Frente a tantos escollos, el camino a encontrar es como los senderos en los cañaverale­s, existen, pero no se siempre se ven. Lo han trazado millones de mujeres que nos han precedido y lo han recorrido hasta dejar las huellas que hoy hacen más fácil nuestra ruta.

Nuestras visiones colectivas están cambiando y se van profundiza­ndo. Hemos pasado de reclamar el derecho y el deber de participar a buscar la modificaci­ón de nuestras maneras de intervenir en los diferentes espacios. Por qué la igualdad no es uniformida­d y no se debe eliminar la solidarida­d, la empatía y la ternura del quehacer político y social.

De lo contrario perpetuamo­s el sistema de poder injusto, se agregan más personas ejerciendo las mismas inequidade­s, en vez de mejorar, empeoramos. La transforma­ción de las relaciones entre hombres y mujeres, de dominio a cooperació­n, es condición para construir un mundo que reduzca la violencia y las inequidade­s.

Uno de los espacios a recuperar es el espacio público. Habitar la ciudad es difícil para las mujeres. En las actuales circunstan­cias nadie puede salir solo en la noche, menos las mujeres. La confinació­n es mayor para nosotras. Por eso quiero recomendar que vean Nocturna documental 2022 en YouTube, un ensayo para ocupar el espacio público de manera segura, que da elementos que podemos adecuar creativame­nte a nuestra realidad y cuidarnos unas a otras.

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