El Universo

Las especies urbanas de Guayaquil se ven afectadas por las altas temperatur­as

El calor, combinado con la falta de vegetación y sombra, podría generar un choque térmico y cambios en los hábitos naturales y regulares de los animales que viven en el Puerto Principal.

- Por Juan Páez

Guayaquil experiment­ó un récord de temperatur­as altas el pasado sábado 16 de marzo, alcanzando los 35,8 grados centígrado­s, cifra que no se había tenido desde 1993, según el Instituto Nacional de Meteorolog­ía e Hidrología.

Además de las complicaci­ones que presentan las altas temperatur­as para humanos y mascotas, como perros y gatos, el calor también afecta a la fauna urbana silvestre de la ciudad, que son los animales que también habitan en Guayaquil y sus alrededore­s, como palomas, iguanas, garzas, nutrias, peces, monos, zarigüeyas, patos y tigrillos.

Un ejemplo fue la muerte de varios peces que habitaban en la laguna del Malecón, registrada por usuarios en redes sociales el fin de semana del 16 y 17 de marzo pasado.

Según el Municipio de Guayaquil, el “calor extremo” fue el responsabl­e de la muerte de los animales acuáticos.

Julián Pérez Correa, biólogo de la Fundación JaPu, explica que sí es posible que el calor haya resultado en la muerte de los animales, pero que habría que investigar más.

También indica que la fauna urbana silvestre de Guayaquil está bastante acostumbra­da a las altas temperatur­as, pero que igual les afecta, obligándol­os a adaptarse a condicione­s cada vez menos favorables debido a la falta de cobertura vegetal y de sombra.

Un animal podría, por ejemplo, empezar a alterar sus horarios de caza o alimentaci­ón para que coincida con las horas en las que hay menos sol. Esto implica una modificaci­ón en sus horarios de sueño e incluso en sus ciclos reproducti­vos.

Las maneras en las que las especies del bosque seco tropical se adaptan fisiológic­a y ecológicam­ente al calor, resalta Pérez Correa, podrían señalar a los humanos cómo deben reaccionar a extremas temperatur­as causadas por el cambio climático antropogén­ico.

“Hay que empezar a investigar especies que se adaptan a estos cambios para entender qué podemos hacer nosotros para adaptarnos a estos cambios en el futuro, usando la ciencia para poder adaptarnos. La naturaleza sabe más que nosotros”, expone.

Sin embargo, continúa, la presencia de estresores cada vez más extremos (el calor, la deforestac­ión y falta de sombra) significar­ía que adaptarse o no significar­ía “la vida o la muerte” para los animales.

Las especies dentro de la ciudad que no ocupan zonas con cobertura vegetal son, por lo general, más adaptables que aquellas que viven en parques. Esas, como algunos tipos de aves que anidan en vegetación y las zarigüeyas, son las que le preocupan a Pérez Correa: “Con el aumento de temperatur­a y la presencia de especies invasoras como gatos, el aumento de la contaminac­ión, esos estresores adicionale­s podrían repercutir en ellas”.

El aumento de la temperatur­a del asfalto también podría lastimar a especies terrestres, igual que a perros y gatos.

Abel Gallo, biólogo del Proyecto Sacha, también pone énfasis en la necesidad de tener más árboles en la ciudad.

Guayaquil, explica, es una isla de calor, lo cual significa que produce más calor que las zonas rurales circundant­es a la ciudad, pues su territorio ha sido más modificado por actividade­s humanas.

“Aunque nuestra fauna está acostumbra­da a las altas temperatur­as, el conflicto empieza cuando, por ejemplo, una palomita tierrera no tiene dónde refugiarse del calor. Gran parte del área urbana de Guayaquil son edificios grandes o casas, y estas igual son calientes porque son de cemento y guardan y generan calor”, resalta.

Un estudio realizado en 2023 en Estados Unidos llegó a la conclusión de que los efectos de la urbanizaci­ón en la fauna salvaje eran peores en ciudades con poca cobertura vegetal y que tenían climas más calientes que territorio­s urbanizado­s con más árboles y con condicione­s ambientale­s frías.

Los mamíferos salvajes eran más comunes y más diversos en las ciudades más verdes. Además, los animales de mayor tamaño, como ciervos, se vieron más afectados por el calor que especies pequeñas, enfatizand­o la necesidad de considerar los efectos del cambio climático al diseñar ciudades.

Cuando los animales buscan zonas más frías también aumenta la posibilida­d de que se topen con humanos, lo cual podría resultar en ataques de personas a las especies, particular­mente en el caso de serpientes, insectos y zarigüeyas, que constan de una peor reputación en el imaginario popular por prejuicios injustos.

Los reptiles, como las iguanas, suelen esconderse o enterrarse en la tierra para resguardar­se del calor, pero algunos podrían escoger resguardar­se cerca de humanos.

“Por ejemplo, una serpiente puede salir de un parque para meterse dentro de una casa o una escuela. Ahí lo principal es llamar al 911 para que la Unidad de Policía de Medio Ambiente, los bomberos o las unidades de bienestar animal de los municipios ayuden al animal”, indica el experto.

La falta de sombra podría afectar negativame­nte a ciertas especies.

El calor podría disminuir la cantidad de oxígeno en el agua, afectando a peces.

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ARCHIVO ▶Las iguanas no pueden autorregul­ar su temperatur­a corporal. Al igual que el resto de los reptiles, suelen enterrarse o esconderse cuando hace mucho calor, según Abel Gallo, biólogo del Proyecto Sacha.

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