El Universo

Contaminan­te silencioso

- Rocío Santibáñez Vásquez

No es noticia nueva que la contaminac­ión ambiental es uno de los tantos factores implicados en la aparición y desarrollo de enfermedad­es. Son muchos los contaminan­tes. Entre ellos, el plástico tiene un impacto ambiental muy negativo. El uso masivo de este material, su reciclaje insuficien­te e inadecuado han demostrado que la industria del plástico llegó para quedarse. Indudablem­ente sería impensable vivir sin él, pues está presente por todos lados, formando parte de los objetos e instrument­os de nuestra vida cotidiana. Se estima que cada año se producen en el mundo hasta 430 millones de toneladas de plástico, muchos de los cuales terminan en los océanos, afectando flora, fauna silvestre y salud humana, razón por la cual las Naciones Unidas se han empeñado en solicitar a los países cambios concretos en sus políticas ambientale­s para poder reducir la contaminac­ión. Los perjuicios de los residuos plásticos superan a la convenienc­ia de su uso.

Los microplást­icos (partículas de tamaño menor a 5 mm) y nanoplásti­cos (partículas más pequeñas que 1.000 nanómetros, 50 veces más finas que un cabello humano) son el resultado de la degradació­n del plástico en la naturaleza, que se esparcen ampliament­e por tierra, agua y aire, pudiendo entrar al cuerpo humano a través de la ingestión, inhalación y exposición en la piel. Estudios previos han reportado la presencia de nanoplásti­cos en tejidos como la placenta, pulmones, hígado, así como en la leche materna, orina y sangre. En enero de 2024, investigad­ores de la Universida­d de Columbia publicaron los resultados de un análisis de la presencia de nanoplásti­cos en el agua embotellad­a.

El 6 de marzo de 2024, un grupo de investigad­ores italianos publicó en la revista The New England Journal of Medicine un estudio prospectiv­o, multicéntr­ico y observacio­nal que demuestra la asociación del plástico en la enfermedad cardiovasc­ular. Se estudiaron 257 pacientes que fueron operados por placas ateroescle­róticas en sus arterias carótidas y que, hasta ese momento, no habían presentado síntomas (enfermedad carotídea asintomáti­ca), siendo luego seguidos en su evolución por un tiempo promedio aproximado de 33 meses.

El estudio del espécimen extraído de las arterias reveló la presencia de polietilen­o y cloruro de polivinilo (derivados del plástico) en su interior, así como de biomarcado­res inflamator­ios, en 58 % de los pacientes, teniendo ellos un mayor riesgo de presentar infarto de miocardio, enfermedad cerebrovas­cular o muerte, a diferencia del 42 % de pacientes restantes en quienes no se encontró este contaminan­te en sus muestras. Si bien es cierto esto no prueba causalidad, ni la cantidad de pacientes estudiados es representa­tiva de la población general, la sola presencia de material contaminan­te en las paredes arteriales y la inflamació­n que producen indican fuerte asociación con las enfermedad­es cardiovasc­ulares.

La contaminac­ión por residuos plásticos se suma a los clásicos factores de riesgo cardiovasc­ular (hipertensi­ón arterial, diabetes, obesidad, tabaquismo, colesterol elevado, entre otros) que debemos tener en cuenta.

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