El Universo

El arte de la superviven­cia: el día a día de Santiago Toaquiza, rapero de buses

A los 13 años empezó a cantar como pasatiempo; ahora sube al transporte con su pequeño parlante.

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En medio del ajetreo y el bullicio de las calles de Quito hay una voz que se destaca entre el ruido de la ciudad. Es la de Santiago Toaquiza, joven artista urbano que ha encontrado en el rap no solo una forma de expresión, sino también una manera de sobrevivir. Armado con su pequeño parlante, interpreta sus canciones e improvisa.

Santiago, de 23 años y originario del sur de la capital, ha tenido una pasión marcada por la música desde una edad temprana. “Realmente nació en el colegio, digamos, como una moda, pero luego ya comprendí que no es moda: es un estilo de vida el rap. Es uno de los cuatro elementos realmente”, menciona el joven en una entrevista.

Desde los 13 o 14 años comenzó a improvisar y a cantar rap, primero como un pasatiempo, pero luego como una pasión que lo ha acompañado a lo largo de los años.

Sin embargo, fue después de la pandemia del COVID-19 cuando Santiago decidió llevar su talento a un nuevo escenario: los buses.

Después de perder su trabajo en la construcci­ón y en el suministro de agua potable, él vio en el rap una oportunida­d para ganarse la vida y llevar dinero a casa. “Me subo a los buses a interpreta­r un poco de mis canciones, un poco de mis letras, para dejar un mensaje más que todo. Mas, no busco lucrar, pero es necesario tener ingresos para poder sobrevivir en Ecuador, ¿no?”, refiere.

El proceso no fue fácil para Santiago. La primera vez que se subió a un bus para cantar sintió vergüenza y nerviosism­o. Sin embargo, con el tiempo, fue ganando confianza y habilidad para conectar con su audiencia y transmitir su mensaje con su música.

Para Santiago, el rap no es solo una forma de ganarse la vida, sino también una manera de llevar un mensaje de esperanza y positivida­d a las personas que lo escuchan. “Realmente, una, lo hago por mí, y otra, lo hago por las personas que tal vez están pasando por algo fuerte. Porque nadie sabe lo de nadie, ¿no? Y con un poco de letra puedo animar su día”, dice.

Aunque el dinero que recibe al cantar en los buses es importante para su subsistenc­ia, el joven enfatiza que lo más valioso son las conexiones humanas que establece a través de su música. Él siempre está dispuesto a recibir, más allá de una moneda, también una sonrisa, un puño en su puño o un aplauso.

Además de cantar en los buses, Santiago también está trabajando en la producción de su propio álbum de rap. Con canciones que reflejan sus experienci­as y emociones está construyen­do un cuerpo de trabajo que espera resonar con su audiencia.

Hasta el momento tiene de diez a doce canciones que las prevé lanzar de a poco. Ya van tres. Sus éxitos se compartier­on en su canal de YouTube llamado Black Home.

A pesar de los desafíos que enfrenta en su camino, Santiago sigue adelante con determinac­ión y pasión por su arte. “Una vez sí me fue tan bien que me sentí tan alegre que hice $ 50. Ese día una señora me dio un billete de $ 10. Ese día me sentí full bien. Me di cuenta de que sí vale la pena el rap”, señala.

La vida de Santiago es un testimonio del poder transforma­dor del arte y la música en medio de la adversidad. Con su voz y su talento continúa iluminando las calles de Quito y llevando un mensaje de esperanza a todos los que lo escuchan, en medio del tráfico de la capital.

El artista urbano Santiago Toaquiza encontró en el rap una forma de vivir.

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