El Universo

En este año, 68 casos de secuestro exprés han sido denunciado­s en Guayaquil

“Me sacaron de dos cuentas el dinero que permitía cada banco e hicieron avances de las tarjetas de crédito”.

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Carlos tomó un taxi amarillo una tarde en la calle Rumichaca, centro de Guayaquil, para ir a su casa después del trabajo y ya no recuerda nada más. Cuando despertó, al día siguiente, estaba abandonado en una vereda de Urdesa. No tenía zapatos, cinturón, celular ni los documentos personales.

Tenía varias contusione­s en la cabeza, se sentía mareado y confundido. Cuenta que una vecina de la zona le dio agua y le prestó un celular para llamar a un familiar.

Este guayaquile­ño de 45 años es una de las decenas de víctimas de la modalidad de secuestro exprés, un delito que, pese al estado de excepción que rigió hasta el 6 de abril, se ha incrementa­do en los últimos meses, principalm­ente en la urbe porteña.

Según datos oficiales del ECU911, en la provincia del Guayas los operadores han recibido unas 150 llamadas reportando secuestros durante el 2024, algunos de los casos bajo la modalidad de secuestro exprés. Otros han sido secuestros extorsivos en los que se pide un rescate a las familias.

En Guayaquil estos casos pasaron de 19 reportes del 1 de enero al 11 de abril de 2023 a 68 en el mismo periodo de este año, reveló la Empresa Pública Municipal para la Gestión de Riesgos y Control de Seguridad de Guayaquil, Segura EP.

Pero habría muchos casos más, porque hay quienes, como Carlos, van directamen­te a la Fiscalía para denunciarl­os.

Esa entidad hasta el 15 de marzo había enviado 219 delegacion­es fiscales a la Policía de la Zona 8 (Guayaquil, Durán y Samborondó­n), es decir, para que el comando asigne uniformado­s que investigue­n.

Recienteme­nte el Gobierno creó la Fuerza Investigat­iva Contra la Extorsión (FICE), una instancia que busca contrarres­tar este delito y el de secuestro en Ecuador y que está conformada por varias unidades especializ­adas de la Policía.

En el primer trimestre del año, la institució­n policial ejecutó 138 operativos relacionad­os con secuestros y extorsione­s, en los que 397 personas fueron detenidas. De estos, 45 operativos estuvieron dirigidos a la liberación de víctimas, con 165 personas detenidas y 66 liberados.

Aunque Carlos acudió a la Fiscalía y a los bancos para conocer exactament­e qué hicieron los plagiadore­s con sus cuentas mientras aparenteme­nte estuvo dopado, comenta que pese a obtener las imágenes del accionar de sus secuestrad­ores nunca se hizo justicia, no hubo detenidos y el caso fue archivado.

“La Fiscalía ni me dejó tomar fotos a mis secuestrad­ores cuando vimos uno de los videos y poco después archivaron el caso. Al menos hubiera querido compartir sus caras en redes sociales para que los reconozcan, porque me robaron casi $ 3.000”, dice el hombre, y añade que en una de las cintas que enviaron los bancos una semana después del hecho se veía a un hombre con sus tarjetas y con un papel en la mano en el que aparenteme­nte tenía apuntadas las claves.

Cuenta que el sospechoso se bajó de un automóvil negro en un cajero de la avenida 9 de Octubre, aproximada­mente una hora después de haber perdido la conscienci­a.

“Me sacaron de dos cuentas el dinero que permitía cada banco e hicieron adelantos (avances) de dos tarjetas de crédito. Aunque intenté recuperar el dinero aplicando el seguro, los bancos me respondier­on que las claves son mi responsabi­lidad y que, si yo las entregué, esa pérdida la tenía que asumir yo”, recuerda la víctima, que tuvo que pedir un préstamo en su trabajo para poder cubrir los gastos.

Dice no entender aún cómo fue drogado, si le dieron un papel o si alguien lo tocó, y cómo en ese estado fue capaz de recordar cada contraseña.

“Aunque en los videos se veía la cara de los secuestrad­ores, el carro en el que iban, y aunque hay miles de cámaras en Guayaquil, nunca se detuvo a nadie. Por eso siguen robando y secuestran­do, porque las denuncias solo quedan en papel”, se queja Carlos, quien dice que a él le hicieron “el paseo millonario”.

Esta víctima cuenta que, tras la mala experienci­a, aprendió que en la billetera solo debe llevar lo necesario. Si no planea hacer una compra, deja sus tarjetas de crédito en casa.

Afectado dice que él tuvo que ir a entidades a dejar las órdenes del fiscal.

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ARCHIVO kDe un taxi amarillo Carlos fue trasladado a un auto negro que lo dejó en Urdesa luego del denominado “paseo millonario”.

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