El Universo

¿Ganamos o perdimos?, ¿o ganaron o perdieron?

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La política paga muy bien. Más allá de pensar en esta aseveració­n como algo únicamente monetario, es útil para entender que el escenario político nacional reúne tanto a protagonis­tas como a personajes que, al igual que en la vida, solo se unen al equipo ganador o son simplement­e de “reparto”.

El triunfalis­mo, así como el oportunism­o, no distingue profesione­s. Resulta curioso que muchos de los analistas que de manera válida expresan sus pensamient­os, defienden sus posturas y argumentan sus posiciones, al día de hoy hagan lecturas que suponen la “obviedad” de los resultados ya dados.

Estos mismos analistas, hace poco, atribuían la popularida­d de un mandatario como razón suficiente para garantizar la victoria del sí en el referéndum y la consulta popular.

Las interpreta­ciones de los resultados siguen siendo las mismas de siempre: “una victoria del país” o “una derrota del Gobierno”. Sin embargo, lo que llama la atención en la narrativa poselector­al son las voces que ven estos resultados como una muestra de “madurez” por parte del electorado ecuatorian­o.

Si nos enfocamos en este último punto, ¿podemos decir que realmente refleja un cambio en nosotros como electores?, ¿es este un cambio que deje atrás los extremos y a las figuras políticas para centrarse en los temas en lugar de las posturas? Si esto es así, ¿por qué los personajes del pasado siguen siendo los protagonis­tas de esta historia?

Es difícil determinar qué perjudica más a la discusión: la fase previa a las elecciones, la campaña activa o los análisis posteriore­s que intentan reducir las motivacion­es reales de las personas a simples etiquetas, a un color o a la defensa de un apellido político hasta la muerte.

Se ha dicho muchas veces, pero no podría estar mal repetirlo: desde todos los frentes debemos reflexiona­r sobre lo que aprendemos y lo que dejamos para el futuro de los procesos electorale­s. Aunque cada postura busque la victoria, es importante recordar que no hay respuestas correctas y que ambas partes deben contribuir a educar en el proceso, no solo a ganar con el argumento de que una postura u otra es la correcta por sobre todas las cosas.

Moverse en un absolutism­o como el que demanda un proceso electoral como este implica asumir posturas basadas más en la figura que en el argumento político. Decir que los resultados hablan de un voto consciente es dejar a un lado el hecho de que ambas campañas se enfocaron (mayormente) en cosas distintas: desde el oficialism­o la seguridad y desde la oposición los derechos laborales y el arbitraje internacio­nal.

Resulta curioso cómo las posturas y opiniones públicas cambian tan abruptamen­te, ofreciendo interpreta­ciones incompatib­les con la realidad que puede vivir el país.

¿Quién gana y quién pierde? Esta pregunta nos separa y nos lleva a reflexiona­r sobre si nos referimos a los políticos o al país en su conjunto. La división de posturas existe porque existe la división entre políticos y ciudadanos, y luego entre políticos mismos; por eso no sabemos si ganaron o perdieron o si ganamos o perdimos. (O)

Fabián Alarcón Savinovich, magíster en Comunicaci­ón Política, Quito

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