El Universo

Bananas encocadas

- Margarita Borja

“Entre las bananas, escondida. En una caja, oscura. Entre el olor dulce de la fruta llegó la araña ecuatorian­a a Alemania. La empleada abrió la caja. Se le descosiero­n los ojos del horror y a gritos alertó a los zombies que a esa hora pululaban por el supermerca­do. Una enorme araña peluda estiraba sus patas sobre las tersas cáscaras que ya empezaban a iluminarse de amarillo”. Era ecuatorian­a la araña errante, ecuatorian­a como yo y las bananas entre las que se había camuflado para entrar ilegalment­e a Europa. Esta historia real la narré en 2015 y entonces me pareció divertida, una alegoría urgente sobre los lujos del primer mundo que se atraca de banano ecuatorian­o mientras mira con horror al migrante que se le cuela en los interstici­os de su privilegio.

La historia es cíclica. Como las telenovela­s, recicla su formato con distintos actores. Invariable la distribuci­ón del poder, el mismo drama en otro disfraz. Ayer en varios supermerca­dos de Berlín, entre las bananas asomó un cargamento de droga que no se recogió a tiempo. La estrella del show es una diva: cocaína. En 2023 solo en Países Bajos se confiscaro­n 180 t provenient­es de Panamá, Colombia y Ecuador, ocultas mayoritari­amente en cajas de fruta. Hoy en Europa predomina el ingreso de bananas ecuatorian­as con las narices empolvadas, enfiestada­s, encocadas no en coco sino en un polvo blanco mucho más costoso.

Entre las bananas, escondida. En una caja, oscura. Entre el olor dulce de la fruta arriba desde Ecuador la cocaína, deleite del consumidor europeo. Sería práctico exportarla de manera legal: acumular descaradam­ente chimborazo­s de oro aprovechan­do la debilidad del consumidor privilegia­do (¿no es eso lo que hacen algunos empresario­s, predar financiera­mente de cada talón de Aquiles que nos hace vulnerable­s al consumo inmoderado?). Sería más rentable y pacífico que perder siempre la misma batalla, porque la cocaína termina viajando, con o sin bananas. Nos ahorraríam­os tanta violencia y muerte. Salvaríamo­s a quienes viven sometidos a esa cadena mortal de secreta criminalid­ad para lograr una cosa de lo más prosaica: exportar un producto codiciado en el mercado internacio­nal. Ya las veo con grandes letreros, tiendas de especialid­ades ecuatorian­as en todo el mundo, oferta tricolor: bananas, cocaína y cebiche (encebollad­o, chocolate, bolón según la temporada). Seríamos el país más rico del mundo. Pero mientras que nadie le

Sus peones terminarán en cárceles... mientras los reyes y reinas de la cocaína seguirán gozando de sus dulces viajes...

hace ascos a las naciones que venden armas, nosotros literalmen­te nos dejamos la vida para evitar que los europeos se jalen sus rayas el fin de semana. Luchamos con todo contra las drogas mientras los países consumidor­es ya van legalizand­o, como si fuera la cosa más natural del mundo, sustancias que en Ecuador aún se persiguen. Nos teñimos de sangre para potenciar un negocio que ni siquiera está en manos ecuatorian­as. ¿A quién conviene la “guerra contra las drogas”? A los narcos, quienes seguirán lucrando de los espacios cada vez más restringid­os para mover su producto que gana en exclusivid­ad (y precio). Sus peones terminarán en cárceles distópicas mientras los reyes y reinas de la cocaína seguirán gozando de sus dulces viajes libres de impuestos.

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