El Universo

Retardo en la justicia

- Katia Murrieta

Uno de los más graves problemas que tiene nuestro país es la corrupción y el retardo en la administra­ción de justicia, y justicia que tarda no es justicia, como dice el refrán. Pero debemos reconocer que no todos son corruptos. Hay quienes luchan contra el sistema, pero no son muchos, por desgracia. A ellos nuestra gratitud porque, incluso, arriesgan sus vidas al trabajar con honestidad.

Lamentable­mente este mal endémico, que afecta a todos, tiene varias raíces, con diez mil cabezas, difíciles de erradicar, porque son como la mala hierba, que más se demora en podarlas que ellas en crecer.

Por un lado, hay una enorme cantidad de usuarios y el número de jueces, secretario­s y diversos operadores no es suficiente para el conocimien­to y/o despacho de los juicios. Y aquí se genera uno de los primeros motivos para que nazca la oferta y la demanda, obviamente motivada por la corrupción, que da origen a la extorsión. Generalmen­te, si no se paga, el juicio no comienza, porque no se hacen las citaciones correspond­ientes y mientras esto no ocurre no se puede trabar la litis. Puede pasar fácilmente un año. Luego, para que el proceso avance y llegue su culminació­n es exactament­e lo mismo.

No se fijan las fechas para que se den las respectiva­s audiencias y entre una y otra, cuando así se lo requiere procesalme­nte, puede transcurri­r mucho tiempo hasta que se agota la paciencia del litigante. En la mejor de las ocasiones, una vez culminada la primera instancia, los abogados, que tampoco son todos angelicale­s, encuentran una y otra manera, en los respectivo­s códigos, para retrasar o impedir la ejecución del fallo a través de la interposic­ión de los recursos, permitidos por la ley, de apelación, aclaración, ampliación o revocatori­a; y también los no permitidos como revocatori­a de la revocatori­a, provocando que se dilate más el proceso, se distraigan los bienes en litigio o se usufructúe ilegítimam­ente de ellos, o simplement­e el cansancio de aquel que teniendo la razón abandona la causa o muere en el camino.

Así, pasamos de la primera a la segunda instancia, de ahí a casación, o al recurso de revisión, cuando procede, y por último recurrimos a la Corte Internacio­nal de Justicia. Finalmente, cuando después de mucho insistir y peregrinar llega el momento de ejecutar la sentencia también es posible encontrars­e con un juez corrupto a quien si no se lo “afora” debidament­e no hace lo que cabe en derecho o los operadores no hacen lo que correspond­e.

Lamentable­mente este mal endémico, que afecta a todos, tiene varias raíces, con diez mil cabezas, difíciles de erradicar...

Todo esto puede acabar con la vida de una persona honesta que no está dispuesta a entregar un centavo para que los corruptos cumplan con su obligación.

Urge la eliminació­n del Consejo Nacional de la Judicatura y una revisión de los respectivo­s códigos, incluido el de Ética de los abogados, para poner coto a tan terrible situación. Es inadmisibl­e lo que ocurre con la administra­ción de justicia en el Ecuador. Para muestra, los botones de los recientes destapados casos de corrupción denominado­s Metástasis, Purga y Plaga, donde jueces y abogados son tan delincuent­es como los acusados, padeciendo de la misma pandemia en la compravent­a de impunidad, y ahora compartien­do, algunos, el mismo pabellón penitencia­rio.

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