El Universo

Execrable ritual en Guayaquil

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Hace un par de días en las inmediacio­nes de una vivienda con un muro bien alto en la ciudadela Kennedy, en el norte de Guayaquil, se descubrió un centro horroroso de santeros, donde inocentes e indefensos animalitos eran sacrificad­os, degollados y despedazad­os de la manera más inhumana, a vista y paciencia de los vecinos, que a pesar de oír los gritos desgarrado­res de estos nunca han hecho nada, ni han denunciado a las autoridade­s semejantes atrocidade­s propias de épocas cavernícol­as, retrógrada­s y barbáricas. Esto demuestra una vez más el quemeimpor­tismo de la ciudadanía que nunca se solidariza a causas nobles como la de cuidar por el bienestar de indefensos animales que caen en las garras de estos criminales, animalitos de quienes solo nos diferencia el que ellos caminan en cuatro patas y nosotros en dos, incluso muchas veces nos dan hasta ejemplos de más humanidad y amor que los humanos.

Fue gracias a la oportuna intervenci­ón de una rescatista que se llamó de inmediato a la policía, que acudió al lugar donde todavía estaba patente y visible el inhumano y repugnante espectácul­o de restos de animales, lleno de sangre que fluía incluso por las veredas a las alcantaril­las. Sin embargo, la policía tuvo el descaro de decir que no pueden hacer nada, porque es un ritual y no es un delito; me parece inconcebib­le, imperdonab­le y condenable que un servidor policial se exprese en esa forma. ¿Dónde estamos? ¿En medio de la selva o en la civilizaci­ón? Guayaquil es una ciudad moderna, cosmopolit­a, donde existen hasta leyes que condenan el maltrato animal, organizaci­ones privadas y municipale­s que ayudan a los animales. ¿Dónde está el señor alcalde, Aquiles Alvarez, para que haga caer todo el peso de la ley a manera de ejemplo y advertenci­a para otros criminales y dejen de asesinar animales? Y la otra falla imperdonab­le en la justicia de este país es requerir una denuncia ante la Fiscalía para estos casos. ¿Comprenden lo que esto significa? Es sencillame­nte aberrante, podría ser fatal esos momentos preciosos que se pierden para conseguir este documento, en caso de tratarse de un ser humano; eliminen ese instrument­o de tortura inservible y maquiavéli­co.

Y si esos santeros quieren seguir con sus rituales bárbaros matando a pobres animalitos, que se regresen a sus países con su asquerosa forma de vida. No los queremos en Ecuador, porque aquí amamos a los animales. (O)

Nelly Mercedes Lozada García, Guayaquil

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